Social Icons

twitter facebook google plus Youtube

miércoles, 14 de julio de 2010

Entre Caines y Abeles (Frank Castillo)

¡Ah la realidad de nuestro pulgarcito de América! ¿Qué dolor nos causa, qué espanto nos hace sentir, qué dura de vivir es nuestra realidad? Y ahora no sólo les basta con “jodernos” sino que necesitan matarnos para saciar su sed de poder, su sed de tener, en fin su falsa vida. Creo que todos los salvadoreños nos hemos quedado perplejos ante la satánica e inhumana actuación de unos jóvenes que asesinaron a muchos en el microbús de la ruta 47 en Mejicanos, aquel fatídico día 20 de junio. Ante este acto surgieron y siguen surgiendo posturas, del gobierno, de los partidos políticos, de las fuerzas de seguridad, de las Iglesias, de la sociedad civil, en fin, nadie ha sido ajeno ante lo ocurrido.

¿Qué tipo de seres humanos son estos capaces de segar la vida a gente inocente? ¿Qué hace el gobierno y la policía para frenar esta ola de violencia? ¿Acaso son las maras omnipotentes para actuar como ellas quieran? ¿Qué postura tomar como cristianos ante tan abominable hecho?En las siguientes líneas intentaré dar mi opinión sobre lo ocurrido y lo haremos tomando la figura bíblica de “Caín y Abel”, contrastaré dichas figuras con la realidad que nos movemos. Realidad de Caines y Abeles, realidad de vida y muerte, de odio y envidia, realidad de gratuidad y donación, en fin realidad de luz y tinieblas. Ojalá les parezca mi perspectiva.

“Yavé le dijo: ¿por qué te enojas y vas con la cabeza agachada? Si tú obras bien, tendrás la cabeza levantada. En cambio, si haces el mal, el pecado está agazapado a las puertas de tu casa” GN. 4, 6-7 ss.

En el lenguaje bíblico y concretamente en el relato de Cain y Abel encontraos prefigurados dos tipos antropológicos (teológicamente vistos) de ser seres humanos: están los Abeles, los que son hijos de Dios, los que optan por la vida, la dignidad, la pobreza, en fin los que son en realidad amantes de Dios sirviendo al prójimo. Pero también encontramos los Caines, los que optan por el pecado, la muerte, la violencia, el consumismo, la explotación y opresión de los pobres, en fin son los abortos de Dios, como decía el P. Rutilio Grande SJ a la oligarquía Salvadoreña.

Cuando hablamos de Abortos de Dios, nos referimos al hecho de que somos los seres humanos los que negamos nuestra imagen filiatoria con el Dios de la vida, porque no es Dios quien nos desecha, somos nosotros los que lo negamos. Y esto sucede a Diario en la realidad salvadoreña. Hay muchos que se han segado y apartado de Dios porque han optado por el mal, por la muerte, por el acaparamiento, por la riqueza; en fin, han optado por los “Ídolos Baales” de nuestro tiempo es decir Riqueza, Prestigio y Poder. Es tanta nuestra ceguera que miles de salvadoreños están viendo en el pecado la salida a su situación que es consecuencia de males milenarios. Ahora bien los que optan por este camino están tan cegados que no ven que al final sólo hay una dádiva para recibir: la muerte. “El salario del pecado es la muerte”. Muerte no prediseñada por Dios, sino muerte buscada y abrazada por el ser humano. No hay duda que estos asesinos del microbús de la ruta 47, están cegados por el pecado.

Pero ¿qué los lleva a auto-abortarse de la presencia de Dios? ¿Qué hay en la realidad salvadoreña que los empuja a adorar el pecado? Sin ganas de ser ideológico, pero la realidad así lo dice, el mal en El Salvador es la “Injusticia Social”; donde la pobreza, la falta de oportunidades, la desigualdad, la injusta distribución de la riqueza nos revelan que vivimos en una sociedad enferma de muerte. Sí amigos, la realidad Salvadoreña está enferma, y genera estos “virus” que tratan de vivir, segando y destruyendo la vida de otros. La sociedad salvadoreña está enferma y genera enfermedad, y aquí surge de nuevo, los gritos de libertad y de liberación que nos llevaron a una guerra fratricida, donde nadie gano y todos perdimos. Porque los males que la generaron siguen ahí y parece que están más fuertes.

En fin, el Pecado está agazapado en la realidad Salvadoreña y hemos sido cómplices los que conocemos la verdad y no luchamos por defender la vida como Dios quiere. Porque pienso, que esto no sólo es tema del Gobierno, de los Políticos, del Ejército y la Policía, este tema es interés de todos. Y la Iglesia con los cristianos (católicos y evangélicos) están en la obligación de hacer algo; porque si pensamos que orando tendremos respuesta de Dios, estamos pecando de cobardes, hipócritas y de blasfemos.

“Yave dijo a Caín: El (pecado) te acecha como fiera que te persigue, pero tú debes de dominarlo. Caín dijo después a su hermano: Vamos al campo. Y cuando estuvieron en el campo, Caín se lanzo contra Abel y lo mató “GN. 4, 7- 8.

Esta realidad empuja a miles de salvadoreños a optar por la muerte, así como Caín opta por matar a su hermano. Y en El Salvador, aun nos seguimos matando entre hermanos. Por esta sencilla razón: el pecado nos está dominando, el mal nos está ganado la guerra.

Y aquí quiero hacer un llamado a los seguidores de Jesús: “nosotros también podemos ser Caines, con nuestra pasividad pastoral y eclesial, si la Jerarquía de la Iglesia Católica y Evangélica pecan de alienados, espiritualistas y cobardes. Nosotros los laicos estamos en la obligación desde nuestro bautismo y amor por Jesús, a denunciar a ese pecado y de declararle la guerra abiertamente”.

Pero ¿cómo podemos hacerlo? Pues pienso que tenemos muchas herramientas para la guerra, tenemos grupos y pastorales específicas que pueden trabajar en serio por la Familia, por la Juventud; un ejemplo claro es la Oficina de Tutela Legal del Arzobispado que puede generar un anteproyecto de ley para que la Corte Suprema de Justicia haga bien y cristianamente su trabajo.

Pienso que si nos juntamos en un frete común, en objetivos comunes, los movimientos laicales, las pastorales, en fin todos los laicos (evangélicos y católicos) podemos crear un plan al estilo de los Profetas que llevan a Dios y denuncian el mal de la realidad. Yo me apunto desde ya para ayudar en el ámbito de la Pastoral Juvenil. Pienso que podemos y estamos en la obligación de crear espacios serios, responsables y humanizadores donde juntos rehabilitemos a los caines que quieran volver a Dios. Los que no lo deseen, ahí está el deber de las leyes civiles. “Hermanos dejemos de ser tan piadosos y seamos más cristianos”

“Yavé dijo a Caín, ¿Dónde está tu hermano Abel?... Entonces Yavé le dijo: ¿qué has hecho? habla la sangre de tu hermano y desde la tierra grita hasta mí” GN. 4, 9 – 10.

No quiero terminar amigos y hermanos sonando ni pesimista ni positivista, pero creo que estamos en un momento crítico para el futuro de nuestro país. Creo que vamos a tiempos y ya estamos en ellos, donde más que buscar el bienestar propio, debemos de buscar urgentemente el bienestar de todos, solo siendo solidarios entre nosotros saldremos adelante.

Hago un llamado a los Caines: “ustedes aun pueden volver a la vida, aun pueden redimirse, aun pueden dejar el pecado, arrepiéntanse, y vuelvan al Señor, todavía creo que Dios tiene misericordia para ustedes. Lo que si estoy seguro, es que las leyes civiles deben de juzgarlos”.

A los cristianos (Católicos y evangélicos) que en realidad quieren colaborar con Dios en la construcción del reino aquí en la tierra, cuidado con ser Caines, porque nos jactamos de ser Abeles “que entregamos ofrendas que agradan a Dios”, y muchas veces con nuestra pasividad, espiritualismo desencarnado, somos en realidad Caines. Recuerden que al final Dios siempre nos preguntara ¿Qué has hecho con tu hermano? Así que ánimo y a defender la vida en todos los sentidos, porque el hambre y la pobreza también son abortos sociales.

A los Abeles, ustedes que son y serán las víctimas, los que sufren en carne propia las consecuencias de esta sociedad empecatada, ustedes que son el “Divino traspasado de nuestros tiempos”, ustedes que son los Mártires de Dios. Honor, respeto, dignidad, justica y verdad. Ustedes son dignos de Dios, bienaventurados, que su sangre no caiga en vano.

Al final lo que pretendemos es que los Caines vuelvan al Señor, vuelvan a ver a los Abeles como lo que son: “hermanos”; para que así juntos volvamos a ser una única y real familia, que ve en el Reinado de Dios el horizonte a alcanzar.

Que el Dios de Jesús que es un Padre de amor nos acompañe e invite a sanar esta sociedad.

Leer más...

La Familia en El Salvador: (Nahúm Ulin)

“De una perqueña parcela, a un gran terreno llamado sociedad.”

INTRODUCCIÓN.

Sabemos que la constitución de nuestra república salvadoreña menciona, en el artículo 32, la siguiente afirmación: “La Familia es la base fundamental de la sociedad y tendrá la protección del Estado, quien dictará la legislación necesaria y creará los organismos y servicios apropiados para su integración, bienestar y desarrollo social, cultural y económico.”

Al respecto, cotidianamente observamos, sentimos y en ocasiones “somos parte” de la realidad actual de nuestras familias salvadoreñas, en sus crudas crisis y desavenencias. Disfuncionalidad y disgregación, violencia, pobreza y otros factores más, son los que hoy en día asaltan la realidad salvadoreña en los ambientes familiares. Ya no es raro ver niños solos en las calles, ni jóvenes con armas violentando a otros, o mucho menos jovencitas embarazadas no llegando aún a los quince años.

En el presente texto haré un intento por analizar brevemente nuestro actual ambiente familiar salvadoreño. También, me voy atrever a lanzar pistas que nos ayuden a encontrar rumbo, ante tanta borrasca. Las preguntas que propondré, para motivar a la reflexión, son: ¿De dónde viene todo este mar de violencia y falta de respeto por la vida de los demás? ¿Existe alguna raíz de la que se derive todo este problema de inseguridad que vivimos? ¿Habrá todavía alguna solución ante todo este desorden social que se vive? Ciertamente, pensar en que todo tiene un origen, una raíz, un inicio, un punto de partida nos va a facilitar nuestros intentos por propiciar cambios reales, pues, se dice que para ganarle al enemigo hay que conocerle.

SE SIGUEN CORTANDO LAS RAMAS, PERO NO LA RAÍZ.

Me decían por ahí un día de estos: “Este problema de inseguridad nacional, lo vamos a quitar, matando a los que joden al pueblo”. Realmente, hablar de este tema de justicia es delicado, más aún cuando vemos que nuestro sistema judicial no hace un papel responsable, ya que “se procesa más fácilmente a alguien que roba una gallina, que aquel o aquella que hurta un gallinero”. Hoy en día vemos cómo nuestro sistema de justicia, es injusto. No deseo abordar esta área, sino, más bien, ir a algo más profundo en lo que todos tenemos que ver, nos guste o no.

Hablo de “la familia”, lugar y ambiente dónde nos formamos como personas, como individuos y, más aún, como ciudadanos. Podrá ser que este tema no tenga ningún peso, como nuestras leyes actuales, pero observando con responsabilidad y verdad, puede resultar trascendente el tomar en cuenta que lo que vemos y vivimos hoy en día en la calle, en la oficina, en las iglesias, en los centros escolares, en fin, en todo ámbito social, resulta ser configurado de cómo fuimos educados en el hogar. Creo particularmente que, con el pasar del tiempo, se ha olvidado la filiación que posee la sociedad y la familia.

Cierto es que mientras más se practique en la familia el diálogo, el compartir, la reconciliación, la aceptación ante la diversidad, en fin, se practiquen valores concretos que muevan a acciones inmediatas y precisas nuestra sociedad tiene amplias y mayores posibilidades de ser sana y ecuánime. Opuesto a esto, es casi normal (¡dirían algunos irresponsables!) ver una realidad llena desarrollo tecnológico pero falta de humanismo. ¿Cómo podemos pedirle a nuestra juventud, ser el futuro, si su presente y su pasado (sobre todo) están cargados de experiencias de marginación, violencia, abandono, pobreza y falta de lo básico para vivir?

Es por ello que la experiencia actual que estamos viviendo como salvadoreños y salvadoreñas con respecto a la violencia e inseguridad ciudadana refleja una sociedad “enferma de deshumanización y falta del sentido de la vida”. Realmente, faltan procesos de desarrollo humano que trabajen la opción por una vida digna en la familia no solamente en su dimensión económica, sino, todo lo que tenga que ver con el “desarrollo integral” de la misma. No basta con procurar satisfacer sólo las necesidades físicas y materiales de las personas. Desarrollo y progreso no solamente son sinónimos de status y comodidad material. En este punto, creo que nuestros gobiernos anteriores tienen mucho de responsabilidad con respecto a la sociedad que vivimos, ya que el centro y el fin de las gestiones pasadas fue “el capital monetario y no el humano”, fueron las grandes empresas, pero no los trabajadores; los patrones y no los jornaleros.

Curiosamente, nuestra sociedad moderna con énfasis en el pensamiento capitalista, se ha olvidado de la centralidad del crecimiento del ser humano: “No sólo de pan vive la gente, sino de afecto, compañía, ideales y sueños que realizar”. En estos últimos veinte años, nuestros gobiernos liderados por “ARENA”, apostaron por la inversión en carreteras, centros comerciales, edificios de lujo, dejando aún lado la urgente atención a las familias afectadas por la guerra, desempleo y demás males que ya sabemos. Y es por ello que el hambre, la explotación, la pobreza y la marginación han marcado una huella traumática en nuestras familias; pero, más aún, esto se agrava cuando el resultado de la falta de empleo, alimentos y recursos materiales hacen que los encargados de cada familia migren y se dirijan a otros rumbos con tal de tener lo necesario para vivir.

Y es así que los hijos e hijas quedan sin un referente de vida, convirtiéndose en “una panza sin comida”. Se sufre cuando no se come y ciertamente lo hacen sentir nuestras “tripas”. Lo mismo es cuando a la familia, en concreto a los hijos e hijas, no se les da tiempo y atención, no haciéndoles sentir importantes. Ellos y ellas nos dicen que el error se encuentra en una sociedad falta de papá y mamá responsable. Con solo ver nuestra realidad juvenil actual llena de violencia, drogas y desenfreno, se puede afirmar la gran carencia de modelaje del sector adulto con respecto a valores que nos hagan vivir mejor. Con la ayuda de estas ideas antes mencionadas podemos afirmar que nuestra juventud ha crecido en medio de un tácito abandono, que conlleva a un estado grave de “negación del afecto”.

Y es por ello que se recurre con facilidad a juzgar la dinámica de nuestros jóvenes, más aún cuando vemos que ellos y ellas atentan contra la vida. Pero, ¿No somos los adultos los que les enseñamos a los pequeños un particular estilo de vida, una forma de verla y una manera de practicarla? ¿Cómo pedirle a un joven ame a su madre si ella, por lógica humana, debería haberle amado primero? Indisputablemente, es risible escuchar a un padre decirle a un hijo: “dejá el alcohol, no te va a hacer nada bien”, cuando el consejero no da pie de testimonio y hace del alcohol, su profesión.

Nuestra realidad de hoy en día nos permite ver, sin ningún tapujo, “las ramas maltratadas de un frondoso árbol llamado sociedad”. Frutos casi podridos, aparecen todos los días reflejados en la tasa de homicidios, aumentando sin escrúpulos, en la pertenencia de jóvenes a grupos llamados pandillas, famoso hoy en día por la ola de violencia. Jovencitos y jovencitas que, a temprana edad, viven una vida sexual, como un adulto, sin medir consecuencias, ni colocando los límites necesarios ante la realidad del SIDA y otras enfermedades y consecuencias lógicas.

Nuestra sociedad no merece vivir en medio de zozobra e inseguridad, pero ¿Cómo pedirle que nos enseñe la paz, la ternura y la bondad, si en nuestras familias no la experimentamos, ni vemos? Y es que, el proyecto de formar una verdadera familia, es la catapulta para construir una auténtica sociedad, basada en el amor que perdona y la justicia que reivindica. Realmente, creo, del fenómeno sociológico de la familia actual se desprenden todos nuestros males sociales: quizá no hubiesen pandillas si papá y mamá estuviesen allí donde más se les necesita, en el hogar. O no se hallasen chicas embarazadas a temprana edad, si papá y mamá dieran una guía y ejemplo de vida constructivo. O en el peor de los casos, no existiesen personas con poder que aplastaran a otros, sin importar nada, si en cada familia la práctica de la fraternidad y la igualdad se viviese como pan cotidiano. En fin, ante todo esto, ahora: ¿quién nos va a defender?

UNA POSIBLE SOLUCIÓN: EL AMOR QUE HUMANIZA, EL MISMO QUE JESÚS VIÓ, VIVIÓ Y PRACTICÓ.

Para esta parte, no deseo dar respuestas que lleven a soluciones prefabricadas, más bien, pretendo lanzar pistas de cómo mi experiencia personal de casado, amigo, hermano, creyente y ciudadano me ha ido iluminando para hacer de la vida, un camino de servicio. En Lucas 2, 52 (Evangelio conocido como relator de la infancia de Jesús, junto a Mateo), se hace una hermosa afirmación sobre el aporte familiar de José y María en la vida de Jesús: “el niño crece en estatura, edad y gracia, ante Dios y ante los hombres”. Este “crecimiento integral” es la muestra de lo que puede hacer el verdadero amor: dar total dignidad a la persona. Según los datos de muchos escritos “versados” en el tema cristológico como Antonio Pagola, Leonardo Boff y Jon Sobrino, se asevera que en la vida de Jesús existieron dos constantes: gran necesidad material (realidad de pobreza) y gran cercanía a Dios (realidad teologal). En la primera descubre a Dios. La segunda lo conduce al “prójimo”. Y en la intersección de estas dos realidades se nos revela el amor de Dios encarnado en Jesús. Seguramente Jesús aprendió a vivir del amor. Tomando en cuenta su realidad de vida, más de alguna vez tuvo que haber sentido lo que es pasar hambre, marginación, injusticias, atropellos, ya que el pertenecía a los “abajados” y los “pisoteados” de su tiempo, en otras palabras a “los pobres”. Como también, creo que nunca perdió la perspectiva del Dios que nunca tarda en responder las súplicas de sus hijos e hijas débiles ante los sistemas opresores. Vivir del amor para Jesús implicó no solamente hablarlo, ni disertarlo, más bien, vivirlo y hacerlo una consigna diaria que necesitaba de una coherencia radical que involucra, en su debido momento, dar la vida por lo que más quería: el pueblo necesitado de Dios.

Pero, ¿De dónde aprendió Jesús todo este cúmulo de experiencias reivindicadoras? En lo personal, creo que todo esto se sembró en su hogar. Ver a su mamá y papá modelando valores, seguramente y sin temor a equivocarme, le marcó profundamente. Respetar y darle dignidad a la mujer, lo heredo probablemente de su papá, José. No por pura casualidad se menciona que él fue un “hombre justo”. Ver a una jovencita llamada María aferrarse a la vida, con el anuncio del ángel, nos muestra el valor que puede tener una mujer que opta por un camino distinto al que ofrece la sociedad machista de su tiempo: “ser parte del sueño redentor de Dios, para el mundo”.

En fin, mis queridos hermanos y hermanas, en las venas de Jesús corría el deseo de hacer de este mundo algo mejor, retornándolo a su única esencia: “El mundo, casa de todos, propiedad de nadie”. Definitivamente, en el hogar de Jesús se vivió la experiencia de este “amor que redime”, haciendo de lo material uno de los muchos medios para vivir y no un fin dónde llegar. Jesús aprendió ser buen ciudadano, siendo buen hijo, compañero y amigo. Pues, no podemos dar lo que no tenemos. Y el amor es más productivo, así como lo dice Ignacio de Loyola, cristiano del siglo XVI, cuando se pone más en obras que en palabras.

CONCLUSIÓN

A modo personal, creo que la Familia puede hacer mucha diferencia ante este caos social. Pero, no solamente ella, sino, con la ayuda generosa, desinteresada y objetiva del Gobierno. Que un gobierno apueste por más desarrollo humano, mejorando la educación, el sistema de salud, reduciendo la tasa de desempleo, haciendo más accesible la compra de la canasta básica, regulando y reduciendo la amplia gama de programas televisivo-radial que solamente enseñan y muestran mensajes que conllevan a la alienación, al consumo y violencia, promoviendo más espacios familiares recreativos, se podrá crear esa base fundamental en donde se pueda establecer una sociedad basada en el respeto, la igualdad y demás valores. La Iglesia, también merece un puesto en este juego, ya que ella debe de iluminar a la sociedad, desde la fe. Lo curioso del caso es que la Iglesia, vista desde la jerarquía, pasa, en muchos de los casos, desapercibida de la realidad (lo digo por nuestro pasado arzobispo Saenz Lacalle y el actual, Luis Escobar).

 Hablar en conferencias de prensa sobre la vida social y regresar al sillón y vivir como un rey, eso se llama “comodidad”. Por el contrario, Jesús nos muestra que las palabras por si solas no crean tanto impacto como el ejemplo que arrastra y motiva a cambios tangibles en la “polis”. Todos los líderes religiosos, al menos de las denominaciones cristianas, deberían hacer del amor una práctica que les lleve a parecerse más a Jesús, dejar el discurso que silencia la voz de Dios, como la complicidad descarada con gobiernos que no piensan en el desarrollo de la gente, a mejor ponerse al lado de la necesidad del pueblo, con sus gozos y esperanzas, tristezas y alegrías, eso haría un bien mayor para todos y todas. Hermanos y hermanas, las soluciones ya están desde hace mucho tiempo, solamente tenemos que cambiar nuestro “modus operandis”, nuestro modo de proceder y la forma de ver la vida y la realidad. Pensar en que otros puedan hacer la tarea propia, es negarse la oportunidad de contribuir a la mejora de este mundo. Y la familia, como preparativo importante para ser sociedad, es el espacio clave para enseñar a nuestros pequeños y pequeñas a ser verdaderos seres humanos, así como seguramente Jesús lo aprendió de María y José.

QUE EL DIOS DE LA VIDA LES HAGA CRECER Y LES LLENE DE FELICIDAD!

Por un Canto y Vida en Libertad



Leer más...
 

Reproductor de Música

Canto en Libertad

Curso de Dinámicas para Líderes

Seguidores