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martes, 19 de octubre de 2010

EL SACRAMENTO DE LA CONFIRMACIÓN (Claudia M. Palacios - Nahúm Ulín)

"La fe como don que nos hace crecer y nos compromete con nuestra historia"

INTRODUCCIÓN.

El ser humano, a lo largo de su existencia, descubre paulatinamente muchas cualidades, dones y virtudes que la vida misma le concede para su crecimiento "integral". La capacidad de amar y trabajar, de relacionarse con los demás, de crear y recrear lo que le rodea, son algunos de los puntos que muchos y muchas vivimos y que con el tiempo hemos apresado como propio. La fe, como parte de nuestro equilibrio personal, no puede ni debe quedar al margen de los procesos de desarrollo personal.

A continuación, presentaremos una experiencia vivida en el Colegio Externado de San José en el proceso de preparación para recibir el sacramento de la Confirmación. Claudia - chica en formación para recibir el sacramento - y Nahúm - testigo del proceso de formación - compartiremos algunas líneas sobre cómo ha sido este proceso formativo de casi seis meses y daremos pistas sobre lo importante que es tomar importancia y protagonismo en la fe de los y las jóvenes de hoy, sabiendo que esto es muy desechado y desvalorizado por la sociedad materialista actual.

1. EL CONFIRMANDO Y LA CONFIRMANDA: DE UNA FE INFANTIL A UNA FE ADULTA Y COMPROMETIDA. (Claudia Palacios, primer año de bachillerato, Colegio Externado de San José, San Salvador)

“Hace seis meses que comenzó este proceso”…

Para mí, y me doy cuenta, hasta hoy, este proceso comenzó hace mucho tiempo. Inició desde que me bautizaron, desde que me hablaron de Dios y de Jesús por primera vez, desde que mi familia comenzó a formar en mí, aunque sea la más pequeña idea de lo que era la fe, incluso cuando me volví indiferente a ella, incluso entonces, sólo estaba caminando hacia donde hoy estoy.
Lo que sucedió en esos seis meses es como si yo hubiera tomado toda mi historia anterior a ese momento y de ella dejara lo que más me formó, lo que más me supo a verdadera fe y comenzara a escribir una nueva historia, donde esta vez yo decido que caminos tomar. En esos seis meses, he aprendido a preguntar mucho el porqué de las cosas. El primer porqué que nos platearon parecía simple pero me tomó hasta el final para responderlo ¿Por qué me quiero confirmar? Y fue difícil porque para mí fue como si me preguntaran ¿Por qué creo en lo que creo?. Esos viernes por las tarde siempre iniciábamos cansados y somnolientos; pero después, siempre quedaba inquieta e impaciente por todas las cosas que me quedaban (y aún me quedan) por descubrir.

Disponerme a escuchar también las dudas e ideas de mis compañeros de grupo en la catequesis fue parte de mi proceso de aprender a vivir en comunidad. Muchas veces nos faltaba la confianza para hablar de nuestra experiencia, y otras, me sorprendía al ver cómo los demás se abrían y contaban sinceramente lo que sentían, aprendí a valorar eso. A valorar a mis compañeros que también tenían dudas e inquietudes como las mías, y disfruté mucho de los temas que hablan de la comunidad cristiana, me gusta la idea de estar unidos por un mismo amor y un mismo sueño, quise ser parte de esto y ayudar a construir ese sueño: el reino de Dios.

Cada viernes, cuando llegábamos a la catequesis, Nahúm (mi catequista) ponía una imagen en el centro y nos recordaba qué era lo que hacíamos ahí. Era la imagen de un bebé en el vientre de su madre. Había partido esta imagen en dos; de una parte quedaba la placenta, y de otra quedaba el bebé. “Esto simboliza el proceso necesario de independencia que ustedes deben hacer” nos dijo, construir una vida de fe responsable y madura, separándose de esa fe infantil que hemos venido arrastrando con nosotros para comenzar una propia, tomando así las riendas de nuestra vida.

Al finalizar este proceso formativo, concluyo que debemos tomar responsabilidad de nuestra fe, llevándola al compromiso de cultivarla todos los días. Fomentar una fe que se renueve y crezca para servir a los demás y se vuelva parte de uno y de todo lo que existe, creando así, nuevos ojos con los que se vea la vida. Este es el compromiso que yo he construido y ahora sé que la misa de confirmación de dieciséis de octubre me va a motivar para continuar este difícil camino de la fe.

2. EL FORMADOR Y LA FORMADORA: DE CREYENTE A TESTIGO DEL CRECIMIENTO DE OTROS Y OTRAS. (Nahúm Ulín, Pastoralista, Colegio Externado de San José, San Salvador)

La fe es un don que todos poseemos y que por tanto, debemos de hacer crecer. La fe crece cuando propiciamos espacios educativos, cuando hacemos que ella se interpele, se cuestione, se responda, se disponga a celebrar la vida, como también la muerte. Su vivencia nos posibilita acercarnos al conocimiento de Dios y su Reino y, a la vez, nos hacernos parte de Él. A través del tiempo se ha creído que la fe se hereda y hasta en ocasiones se impone sin mayores razones, como si fuese objeto de predestinación para la "masa" católica. Realmente, una verdadera experiencia de fe se basa en un proceso educativo (catequesis) conciente y voluntario de cada persona.

Este proceso antes mecionado lo hemos experimentado en casi seis meses en el colegio Externado de San José, en San Salvador y como acompañante de este proceso, me he impresionado de pasos concretos que he podido ir viendo en los que desean confirmarse. Este camino "voluntario" de crecer en la fe, viene gestándose desde la infancia, ya que en este colegio, desde preparatoria, se motiva con clases de formación cristiana, eucaristías, retiros, grupos juveniles, actos litúrgicos, la experiencia de fe de cada chico y chica. Además de ello, se toma en cuenta cómo la familia ha ido suscitándo el encuentro con Dios y cómo ha contribuido a que la experiencia de fe sea productiva.

En el compartir con los chicos y chicas uno se puede dar cuenta que el proceso de fe ha sido "engorroso y meticulosamente castrado". Familias desintegradas, padres y madres que deciden declarar su ateísmo, sociedad que centra el materialismo, dejándo aún lado lo humano, experiencias que centran la imagen de un "dios alejado, molesto y culposo", etc., son algunas de las variantes que hacen más complicado este proceso de confirmacíón. Pero, a pesar de tantos obstáculos y piedras de tropiezos, cada integrante del grupo mostró deseos de descubrir en la confirmación algo "nuevo y diferente". En este punto, las expectativas son importantes, ya que, le hacen a uno perfilarse y, con mayor razón, desear lo que está por venir.
Viernes por la tarde. Este fue el espacio que se decidió para la formación. Cansancio, desgano, desmotivación, no podían dejar de aparecer, pero aún así, el "Espíritu" mantenía despiertos los corazones deseosos de confirmarse. Y es que la fe crece principalmente ante todo obstáculo, creando ella misma un significado "Pascual" para el y la creyente, posibilitando una necesaria transición de la crisis al crecimiento. Realmente, el proceso de la confirmación abarca no sólo lo espiritual: trastoca todo el ser. Las reflexiones (más que contenidos o temas) trataban de abordar y hacer una intencionada relación entre vida y fe, realidades actualmente divorciadas y premeritadamente en pugna.
El proceso motiva desaprender todos aquellos conceptos, significados e intuiciones que favorecen a una fe estática, sin criterio e irresponsable, ya que una verdadera fe es dinámica y propagadora de vida. Pasado el tiempo, la confirmación fue tomando caráter de compromiso personal, ya que, si voluntariamente se ha tomado la decisión de identificarse con Jesús y el reino de su Padre, como imperativo surge la necesidad de continuar la obra liberadora de Dios, en sus hijos e hijas. Este continuar la obra liberadora de Dios, se descubre que se hace más íntegramente con la compañía de otros y otras que, sin intereses y vanas voluntades, se desean unir en un solo corazón y en un solo Espíritu, siendo aquí el surgimiento de la palabra Iglesia.
Como testigo de este proceso puedo decir que los y las jóvenes, especialmente en esta etapa de la adolescencia tardía, no se ven muy motivados en el área de la fe ya que su historia, familia y sociedad no han aportado lo necesario para que brote la contundente decisión de identificarse con Dios y su Reino. Pero, aún así, cuando se les ofrecen espacios educativos donde la fe se cuestiona y se encamina a buscar respuestas, los y las jóvenes se identifican con lo propuesto. Creo firmemente que todos y todas poseemos la capacidad de hacer crecer la fe, así como crece nuestro hermoso cuerpo, el amor por los demás, el intelecto. Solamente falta apostar y trabajar por esta juventud tan vacía de hoy en día.

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