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martes, 28 de diciembre de 2010

Ya nació el niño... (Mario Méndez)

Uno de nuestros profesores de la Universidad nos escribió saludando para estas fechas en las que  hacemos memoria de ese acto de Solidadridad  de Dios para con los hombres: hacerse uno de nosotros, pobre entre los pobres. 
Mario Méndez, es de esos maestros que hablan poco, pero enseñan mucho. Es ese tipo de personas que viven lo que enseñan y te enseñan a vivir. Es un hombre de convicciones firmes, de carácter reservado, amante de la Vida, y dispuesto a servir donde se necesite. Es un intelectual, pero sabio en la sencillez. Es un adulto, pero es uno de "esos niños" de los cuales es el Reino... Les compartimos su saludo, pues así como es él, no le molestaría compartirlo.

Ya nació el niño,
en realidad nacieron miles de ñiñas y niños... en estos días de navidad,
y ya murieron otros miles... también en estos días:
enfermos de cólera, en Haítí,
desnutridos, en el tercer y cuarto mundo,
olvidados, en los barrios marginales de nuestras desordenadas ciudades.

Los cristianos y cristianas ponemos nuestra esperanza en un niño pobre.
La navidad es un niño pobre que nos inquieta, nos incomoda.
Por eso Jon Sobrino se atreve a afirmar: "fuera de los pobres no hay salvación".
Cuando nos olvidemos de los pobres y del compromiso al que nos convocan...
habrá iglesia, pero no habrá evangelio.
habrá misa, pero no habŕa mesa fraterna;
tendremos sacramentos pero no tendremos celebración de la vida;
tendremos ritos, pero no esperanza;
habrá liturgia, pero no navidad.

Feliz Navidad
Un saludo cordial desde Palmares.
Mario Méndez
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lunes, 20 de diciembre de 2010

A mi Joven Aprendiz (Vladimir Valladares)

Reflexión breve.

Hay cosas que no debo olvidar, pero que por razones extrañas termino haciéndolo. Una de esas cosas es: “que todo aquel que quiera llamarse maestro no puede pretender dar respuestas absolutas a aquellos que tiene en frente, sino simplemente proponer ideas, puntos de vista, que pueden ser acogidos por sus estudiantes, pero que nunca son concluyentes.”


La labor del que quiere educar debe ir encaminada más que a dar el recetario de fórmulas establecidas a generar preguntas, y dejar que el alumno haga su propio camino en la búsqueda de las respuestas, que seguramente tampoco serán concluyentes, pero si llenas de sentido, porque han sido la consecuencia de un querer encontrarse con ellas; y cuando esa búsqueda es sincera lo encontrado es todavía más sincero

Digo esto porque a veces, cuando pretendo ser un “educador”, parece que no logro contener esa fuerza que me mueve a decirte las cosas que deberías pensar o hacer. En lugar de dejarte ser, para que logres descubrir con tu propia experiencia lo qué es la vida y sus movimientos.

Pero gracias a este “error” me doy cuenta que el maestro nunca deja de ser aprendiz y que muchas veces (quizás siempre) se aprende junto a aquél: "Que no hay respuestas últimas, ni pensamientos absolutos; sino principios válidos para determinados momentos que no es que pierdan su sentido, sino que evolucionan conforme la persona, la sociedad, el mundo lo hacen también".
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martes, 19 de octubre de 2010

EL SACRAMENTO DE LA CONFIRMACIÓN (Claudia M. Palacios - Nahúm Ulín)

"La fe como don que nos hace crecer y nos compromete con nuestra historia"

INTRODUCCIÓN.

El ser humano, a lo largo de su existencia, descubre paulatinamente muchas cualidades, dones y virtudes que la vida misma le concede para su crecimiento "integral". La capacidad de amar y trabajar, de relacionarse con los demás, de crear y recrear lo que le rodea, son algunos de los puntos que muchos y muchas vivimos y que con el tiempo hemos apresado como propio. La fe, como parte de nuestro equilibrio personal, no puede ni debe quedar al margen de los procesos de desarrollo personal.

A continuación, presentaremos una experiencia vivida en el Colegio Externado de San José en el proceso de preparación para recibir el sacramento de la Confirmación. Claudia - chica en formación para recibir el sacramento - y Nahúm - testigo del proceso de formación - compartiremos algunas líneas sobre cómo ha sido este proceso formativo de casi seis meses y daremos pistas sobre lo importante que es tomar importancia y protagonismo en la fe de los y las jóvenes de hoy, sabiendo que esto es muy desechado y desvalorizado por la sociedad materialista actual.

1. EL CONFIRMANDO Y LA CONFIRMANDA: DE UNA FE INFANTIL A UNA FE ADULTA Y COMPROMETIDA. (Claudia Palacios, primer año de bachillerato, Colegio Externado de San José, San Salvador)

“Hace seis meses que comenzó este proceso”…

Para mí, y me doy cuenta, hasta hoy, este proceso comenzó hace mucho tiempo. Inició desde que me bautizaron, desde que me hablaron de Dios y de Jesús por primera vez, desde que mi familia comenzó a formar en mí, aunque sea la más pequeña idea de lo que era la fe, incluso cuando me volví indiferente a ella, incluso entonces, sólo estaba caminando hacia donde hoy estoy.
Lo que sucedió en esos seis meses es como si yo hubiera tomado toda mi historia anterior a ese momento y de ella dejara lo que más me formó, lo que más me supo a verdadera fe y comenzara a escribir una nueva historia, donde esta vez yo decido que caminos tomar. En esos seis meses, he aprendido a preguntar mucho el porqué de las cosas. El primer porqué que nos platearon parecía simple pero me tomó hasta el final para responderlo ¿Por qué me quiero confirmar? Y fue difícil porque para mí fue como si me preguntaran ¿Por qué creo en lo que creo?. Esos viernes por las tarde siempre iniciábamos cansados y somnolientos; pero después, siempre quedaba inquieta e impaciente por todas las cosas que me quedaban (y aún me quedan) por descubrir.

Disponerme a escuchar también las dudas e ideas de mis compañeros de grupo en la catequesis fue parte de mi proceso de aprender a vivir en comunidad. Muchas veces nos faltaba la confianza para hablar de nuestra experiencia, y otras, me sorprendía al ver cómo los demás se abrían y contaban sinceramente lo que sentían, aprendí a valorar eso. A valorar a mis compañeros que también tenían dudas e inquietudes como las mías, y disfruté mucho de los temas que hablan de la comunidad cristiana, me gusta la idea de estar unidos por un mismo amor y un mismo sueño, quise ser parte de esto y ayudar a construir ese sueño: el reino de Dios.

Cada viernes, cuando llegábamos a la catequesis, Nahúm (mi catequista) ponía una imagen en el centro y nos recordaba qué era lo que hacíamos ahí. Era la imagen de un bebé en el vientre de su madre. Había partido esta imagen en dos; de una parte quedaba la placenta, y de otra quedaba el bebé. “Esto simboliza el proceso necesario de independencia que ustedes deben hacer” nos dijo, construir una vida de fe responsable y madura, separándose de esa fe infantil que hemos venido arrastrando con nosotros para comenzar una propia, tomando así las riendas de nuestra vida.

Al finalizar este proceso formativo, concluyo que debemos tomar responsabilidad de nuestra fe, llevándola al compromiso de cultivarla todos los días. Fomentar una fe que se renueve y crezca para servir a los demás y se vuelva parte de uno y de todo lo que existe, creando así, nuevos ojos con los que se vea la vida. Este es el compromiso que yo he construido y ahora sé que la misa de confirmación de dieciséis de octubre me va a motivar para continuar este difícil camino de la fe.

2. EL FORMADOR Y LA FORMADORA: DE CREYENTE A TESTIGO DEL CRECIMIENTO DE OTROS Y OTRAS. (Nahúm Ulín, Pastoralista, Colegio Externado de San José, San Salvador)

La fe es un don que todos poseemos y que por tanto, debemos de hacer crecer. La fe crece cuando propiciamos espacios educativos, cuando hacemos que ella se interpele, se cuestione, se responda, se disponga a celebrar la vida, como también la muerte. Su vivencia nos posibilita acercarnos al conocimiento de Dios y su Reino y, a la vez, nos hacernos parte de Él. A través del tiempo se ha creído que la fe se hereda y hasta en ocasiones se impone sin mayores razones, como si fuese objeto de predestinación para la "masa" católica. Realmente, una verdadera experiencia de fe se basa en un proceso educativo (catequesis) conciente y voluntario de cada persona.

Este proceso antes mecionado lo hemos experimentado en casi seis meses en el colegio Externado de San José, en San Salvador y como acompañante de este proceso, me he impresionado de pasos concretos que he podido ir viendo en los que desean confirmarse. Este camino "voluntario" de crecer en la fe, viene gestándose desde la infancia, ya que en este colegio, desde preparatoria, se motiva con clases de formación cristiana, eucaristías, retiros, grupos juveniles, actos litúrgicos, la experiencia de fe de cada chico y chica. Además de ello, se toma en cuenta cómo la familia ha ido suscitándo el encuentro con Dios y cómo ha contribuido a que la experiencia de fe sea productiva.

En el compartir con los chicos y chicas uno se puede dar cuenta que el proceso de fe ha sido "engorroso y meticulosamente castrado". Familias desintegradas, padres y madres que deciden declarar su ateísmo, sociedad que centra el materialismo, dejándo aún lado lo humano, experiencias que centran la imagen de un "dios alejado, molesto y culposo", etc., son algunas de las variantes que hacen más complicado este proceso de confirmacíón. Pero, a pesar de tantos obstáculos y piedras de tropiezos, cada integrante del grupo mostró deseos de descubrir en la confirmación algo "nuevo y diferente". En este punto, las expectativas son importantes, ya que, le hacen a uno perfilarse y, con mayor razón, desear lo que está por venir.
Viernes por la tarde. Este fue el espacio que se decidió para la formación. Cansancio, desgano, desmotivación, no podían dejar de aparecer, pero aún así, el "Espíritu" mantenía despiertos los corazones deseosos de confirmarse. Y es que la fe crece principalmente ante todo obstáculo, creando ella misma un significado "Pascual" para el y la creyente, posibilitando una necesaria transición de la crisis al crecimiento. Realmente, el proceso de la confirmación abarca no sólo lo espiritual: trastoca todo el ser. Las reflexiones (más que contenidos o temas) trataban de abordar y hacer una intencionada relación entre vida y fe, realidades actualmente divorciadas y premeritadamente en pugna.
El proceso motiva desaprender todos aquellos conceptos, significados e intuiciones que favorecen a una fe estática, sin criterio e irresponsable, ya que una verdadera fe es dinámica y propagadora de vida. Pasado el tiempo, la confirmación fue tomando caráter de compromiso personal, ya que, si voluntariamente se ha tomado la decisión de identificarse con Jesús y el reino de su Padre, como imperativo surge la necesidad de continuar la obra liberadora de Dios, en sus hijos e hijas. Este continuar la obra liberadora de Dios, se descubre que se hace más íntegramente con la compañía de otros y otras que, sin intereses y vanas voluntades, se desean unir en un solo corazón y en un solo Espíritu, siendo aquí el surgimiento de la palabra Iglesia.
Como testigo de este proceso puedo decir que los y las jóvenes, especialmente en esta etapa de la adolescencia tardía, no se ven muy motivados en el área de la fe ya que su historia, familia y sociedad no han aportado lo necesario para que brote la contundente decisión de identificarse con Dios y su Reino. Pero, aún así, cuando se les ofrecen espacios educativos donde la fe se cuestiona y se encamina a buscar respuestas, los y las jóvenes se identifican con lo propuesto. Creo firmemente que todos y todas poseemos la capacidad de hacer crecer la fe, así como crece nuestro hermoso cuerpo, el amor por los demás, el intelecto. Solamente falta apostar y trabajar por esta juventud tan vacía de hoy en día.
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martes, 5 de octubre de 2010

¿Una teo-logía de la comunicación? (parte I) Vladimir Valladares

Quiero presentar a continuación, y en varias entregas, una serie de reflexiones en las cuales concibo al ser humano como un ser netamente comunicativo; dimensión desde la que reinterpreto la visión creyente del hombre buscando no hacer una nueva antropología (sería demasiada pretensión), sino mas bien dar un aporte humilde en este mundo donde las herreamientas comunicativas son un auge, mas el contenido de lo comunicado es irrelevante; y el ser que comunica queda entre paréntesis.   

1. Importancia de la relacionalidad humana.

El ser humano es un ser de relaciones. Entabla relaciones con su ambiente, con sus iguales, consigo mismo, con lo transcendente. En estas reflexiones no nos importa describir la primordialidad de estos campos de relación, basta con afirmar que son interdependientes; el hombre no podría considerarse plenamente humano si alguno de ellos faltara. Sí nos interesa, por el contrario, afirmar que la relacionalidad humana tiene un carácter netamente comunicativo.

Antes de continuar resulta oportuno decir qué entendemos por comunicatividad. Estamos habituados a comprender el acto comunicativo con el esquema clásico de: emisor, mensaje, canal, receptor. Y de limitarlo sólo a la palabra hablada, escrita o alguna expresión simbólica. Sin negar esto, hemos de agregar que toda actividad humana y todo el ser humano tienen ese carácter de decir algo del sujeto emisor. En este decir algo encontramos la extro-versión del hombre, ese volcarse afuera sí para darse a lo que no es él. Expliquémonos

El acto comunicador se da sólo en la media que existen dos sujetos involucrados: el emisor y el receptor, como bien dice el esquema tradicional. Pero estos no deben ser entendidos como agentes estáticos, como si el primero se limitara a enviar los mensajes que el segundo simplemente recibirá. Comprensión tal degeneraría en una castración de tan sorprendente cualidad. Ambos son totalmente dinámicos, emiten y receptan en su determinado momento. Lo circular, puede ayudarnos a comprender gráficamente lo que queremos decir. Este movimiento de los sujetos es a lo que llamamos diá-logo, es decir, “Intercambio”.

No podemos olvidar que en el acto comunicativo no sólo existen los sujetos sino también aquello que éstos desean comunicar, es decir: el mensaje. Lo que nos importa de este dato es que en él existe un contenido, no es mero ruido o sin sentido. El mensaje tiene intencionalidad: transmitir algo de aquel que lo ha emitido. Y con esto hemos llegado al punto que nos interesaba. Ese algo del contenido del mensaje es lo que vuelve importante la relacionalidad humana. El hombre al relacionarse comunica, y al comunicar da de sí al otro, mejor dicho se da así mismo al otro.

Esto es lo que marcará una diferencia esencial con los animales. Dado que éstos entablan relaciones con su ambiente y con sus iguales pero seguramente éstas son de carácter más instintivo. Y aunque sin negar que allí exista la transmisión de algún mensaje, elemento importante en el proceso de comunicación, el animal no tendrá conciencia del mismo. Razón por la cual la relacionalidad humana va más allá del mero coincidir con el otro, es donación del yo al no-yo

Si esto es verdad, entonces podemos concluir que la relacionalidad humana es importante porque en ella el hombre busca ofrecer lo que él es, desea verterse a los demás, quiere compartir lo más profundo de su ser con quienes le rodean, porque sólo en esa acción extro-vertida el hombre puede descubrirse como persona. (En este dar de sí a los otros podemos encontrar  el principio creativo del hombre. Las ramas del arte no son más que expresiones de la intimidad de la persona. Es sorprendente como en una pieza musical el autor es capaz de transmitir tantas emociones. La paradoja resulta interesante: solo al darse al que no se es, el hombre recibe lo que es. A modo de paréntesis, quizá podemos comprender con esto el misterio kenótico: Jesús sólo al vaciarse, y no escatimar para sí lo que él era, Dios; es cuando se llena para ser plenamente lo que no era, humano (Filp. 2, 6-11). Jesús al vaciarse de su condición no perdió su divinidad, al contrario ganó total humanidad.

Cerrado el paréntesis, podemos preguntarnos entonces ¿De dónde que el ser humano posee esa habitud comunicativa en la que busca volcarse a los demás? Intentaremos darnos respuesta a esta cuestión en el siguiente punto.

a. Fundamento bíblico

i. La creación por la Palabra

Al principio de nuestras biblias nos encontramos con dos relatos, de tradiciones distintas, que nos narran el acto creador de Dios. El segundo de estos textos en orden literario pero primero en su escritura, Gen 2, 4b–24, pertenece al escritor Yavista que según los expertos pudo haber desarrollado su obra alrededor del año 920 a.C. en el periodo salomónico. De este relato nos encargaremos en la sección siguiente, por el momento baste decir que es un texto parabólico en el cual no existe la pretensión de demostrar el cómo del origen del cosmos y el hombre, más bien quiere llevarnos a la reflexión del señorío del hombre sobre las criaturas ( vv 7. 20 ) , su responsabilidad como co-creador (vv. 15) , y la importancia de la ayuda adecuada que se encuentra sólo en la compañía del otro semejante a él (vv. 20b-24).

Para el objetivo de esta sección nos importa el primero de los relatos, en su orden literario, pero el segundo en su composición, en orden cronológico. El texto del Gen 1, 1- 2, 4a perteneciente a la tradición Sacerdotal del año 540 a.C. nos explaya de manera poética la concepción judía sobre el origen del cosmos y las criaturas. Hacemos siempre la salvedad que este origen tampoco debe ser entendido como si el judío contara con los elementos científicos y tecnológicos para narrarnos a cabalidad los acontecimientos. Pensar de esta manera es caer en el antiguo juego de querer hacer decir a la Biblia lo que no dice. La pregunta por el origen es la pregunta de la humanidad entera, pero ésta debe ser respondida por aquellas disciplinas del saber que se dedican a esta búsqueda. La teología defenderá siempre que el dato revelatorio en el texto sagrado contendrá más la experiencia de la grandeza del hombre; la pregunta por el para qué de su existencia, su vocación y sentido más profundo. Esta es la dirección de las siguientes líneas.

Comencemos con un breve análisis del texto. Los primeros versículos nos cuentan cómo al principio lo que existía era el caos (vv 2), no la nada (Hay  que descartar cualquier búsqueda de materia prima que fundamente una interpretación ciencista) . El caos indica entonces que el mundo lo que necesitaba era un orden. Comienza entonces la acción organizadora que es expresada a través de los famosos “Dijo Dios...”, son las Palabras creadoras que darán orden al mundo, así como su cualidad “bondadosa”. El ritmo con el que se va desarrollando el poema tiene un carácter pedagógico asombroso que nos va llevando hasta el culmen de todas las criaturas: El hombre. De este ser se dice como de todos los demás que fue creado, pero a diferencia de todas las anteriores se dice que fue “creado a imagen y semejanza de Dios.” Al final se le es indicado el sentido de su lugar en el nuevo mundo “sean fecundos y multiplíquense. Llenen la tierra y sométanla”.

Tres elementos de reflexión nos sugiere este análisis:

a. Que el mundo necesita orden.
b. Que este orden se da a través de la Palabra que desembocará en algo bueno.
c. Que la Palabra va recreando los seres hasta llegar al hombre siendo éste más que criatura por ser imagen de su Creador.

En la cosmovisión semita el orden del mundo no posee una sustantividad propia sino que ésta sólo es posible en la medida que otro más grande se la oferta. Esta oferta se da a través de un acto comunicativo: en la medida que la Palabra se va pronunciando todo se va ordenando y va quedando impregnado de bondad. Dios, al comunicar para crear da de sí a los seres, les trasmite lo que Él es para hacerlos ser. En el caso del hombre que en un primer momento no posee diferencia con las otras criaturas, luego se afirma que fue creado a la imagen de su creador, es decir, que recibió de Dios su capacidad comunicativa-creativa. Por esta razón podemos afirmar que el hombre es co-creador.

La creación por la Palabra indica entonces que Dios dialoga: se da entonces ese acto de emisión-recepción que acotábamos en el punto anterior. Dios es total donación, la creación total apertura. También aparece el mensaje como elemento del esquema comunicativo. Y el contendido de este mensaje es: provocador de vida. Esto es lo que Dios transmite en su Palabra, por eso el escritor no duda en decir al final de cada día “y vio que era bueno”, ya que no hay nada más bueno que la vida que se le oferta al nuevo ser.

El hombre entonces, imagen que es, posee en sí mismo esta cualidad que lo hace grande frente a todos los demás seres: Se comunica, da de sí al otro, a su entorno, se vierte a lo que no es él, y debe trasmitir un mensaje con un contenido productor de vida hacia aquel a quien se dirige.
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martes, 7 de septiembre de 2010

EL ENCUENTRO CON JESÚS (Frank Castillo)


“Hemos encontrado al Mesías” (JN 1, 41)

Cuando uno observa la sociedad en la que nos ha tocado vivir (sobrevivir), uno se da cuenta que muchos hombres y mujeres de hoy juran y perjuran que se han encontrado con el mesías; existen grupos, movimientos e iglesias que juran ser el lugar donde se encuentra al Mesías Jesucristo. Pero si uno es un tanto critico en la observación de estos “supuestos encuentros”, se descubre muchas veces un encuentro superfluo, alienado e incluso dudoso.

Ante esta situación nos podemos preguntar: ¿cuál o cómo es un auténtico encuentro con Jesús?, ¿qué cualidades tiene dicho encuentro? y ¿qué cambios o compromisos genera dicho encuentro? Estas interrogantes intentaremos responder a continuación.

La palabra encuentro en una de sus muy diversas interpretaciones, significa, “encontrarse con, reunirse con”, pues bien el encuentro es ante todo entablar una relación reciproco-social con el otro. Por tanto el encuentro es una palabra que me abre y me adhiere al otro.

Cristianamente hablando, el encuentro con el Mesías radica en el encontrase- reunirse con el ungido de Dios. O sea con Jesús de Nazaret. Recordemos las hermosas palabras que nos narra el Evangelio de Juan, de cómo se fueron adhiriendo-reuniendo en torno a Jesús los discípulos. Según JN 1, 35- 41. Andrés después de haber escuchado de boca del Profeta Juan el bautista, que Jesús es el Cordero de Dios, éste (Andrés) y otro discípulo, dejan al profeta y siguen al Mesías, Jesús al ver que lo seguían les pregunta ¿Qué buscan?, ellos le preguntan, Maestro, ¿Dónde vives?, Jesús les dice, “vengan y lo verán”. Los discípulos se quedaron todo el día con Jesús. Al día siguiente Andrés busca a su hermano Pedro y le dice “hemos encontrado al mesías”. Esta narración a pesar de ser muy simple en cuanto a su estructura literaria, es muy rica para sacar los criterios o cualidades de un encuentro con Jesús.

Antes que se dé el encuentro entre Andrés y Jesús, se observa en este primero una actitud de búsqueda, Andrés anda buscando una luz, una guía, una esperanza para su vida y para su pueblo. Pues bien podemos decir que para tener un encuentro con Jesús se debe, aunque suene muy obvio, hay que buscar, con insistencia, libertad y responsabilidad. Otra de las cualidades que nace en la lectura, es la actitud de cuestionar, los discípulos le preguntan a Jesús ¿Dónde vives?, el discípulo o persona que desea encontrarse con Jesús debe de tener la capacidad de preguntar, de cuestionar. Después la lectura nos dice toscamente que los discípulos se quedaron con Jesús todo el día y la noche; por lo tanto se observa una actitud de desprendimiento, desprendimiento que no significa alejarse de sus vidas, sino capacidad de vencer sus egoísmos, sus círculos de confort, etc. Y la actitud última que podemos sacar de la lectura es la actitud de testigo del mesías. Recordemos que Andrés sale en busca de su hermano Pedro y le cuenta que se “ha encontrado con el mesías”. Actitud de testificar a todos los demás quien es el mesías. Por lo tanto el que quiere tener un encuentro con Jesús, debe de tener estas cuatro cualidades, para poder empezar a tener una adhesión con la persona de Jesús.

Pero ¿son sólo estas actitudes las que garantizan un real encuentro con Jesús? Pues no. Habíamos dicho que encuentro significa “adherirse al otro”, en este caso adherirse a Jesús. Y esta adhesión la podemos reconocer en la medida que valoramos los hechos y los dichos de Jesús. En fin si partimos de su realidad humana-personal, vista históricamente. O sea el Jesús Histórico.

Cuando leemos los evangelios uno lee y observa a un Jesús, que predica, sana, libera, da de comer, dignifica, come y bebe con pecadores, ríe, llora, sufre, se enoja, ora, etc., en fin a un maravilloso ser humano que vive como cualquier otro ser humano, las facetas de nuestras bellas y únicas vidas humanas.

Si encontrarnos con Jesús, es adherirnos a éste; hay que tratar de encontrar una síntesis entre las palabras (ortodoxia), y los hechos (ortopraxis), de todo lo que Jesús decía y hacia. Esa síntesis se llama “REINO DE DIOS”.

Cuando Jesús nos habla de un Dios que es Padre, cuando Jesús nos predica el amor como mandamiento por excelencia, cuando nos predica las bienaventuranzas, nos está diciendo y contando como es el reino de Dios, nos está diciendo lo que es Dios. Un Dios que se desborda de amor por la humanidad. Por medio de las Parábolas (hijo prodigo), por ejemplo, nos muestra como es la lógica de un Dios que esta siempre dispuesto a esperarnos, a apostar por nosotros a creer en cada uno de nosotros.

Las acciones de Jesús, sus milagros, curaciones, exorcismos, resurrección de Lázaro, etc. Nos está mostrando como el es reino de Dios, de una forma simbólica e histórica- real, está presente en nuestra historia.

Por tanto el reino de Dios, es la MISION de Jesús, y un buen seguidor de este, lo que debe de hacer es construir este reino de Dios, al estilo de Jesús. Este reino tiene sus características y hay que tenerlas claras para no caer es desviaciones y deformaciones. Según el evangelio de Lucas 4, 14 – 20; “Jesús ha venido a este mundo a anunciar buenas nuevas a los Pobres”. Entonces podemos decir que una de las primeras y vital característica del reino de Dios, es que es para los Pobres. Recordemos que tanto las palabras y los milagros dichos y hechos por Jesús, tenían un destinatario casi universal, el pobre, el marginado, el excluido. Otra característica del reino de Dios, es que es una realidad Histórica, que se construye en este mundo. “He venido a traer libertad a los oprimidos”, o sea que ante los problemas de pobreza, injusticia, opresión, muerte, etc. Se debe de luchar por construir una sociedad justa, igualitaria, fraterna, con vida y en paz, en fin una sociedad liberada de los pecados sociales e individuales.

Por lo tanto, el encuentro con Jesús implica adherirse a su proyecto, a su misión, adherirse al reino de Dios, luchando por ser hombres y mujeres nuevos, que nos valoramos como personas e hijos de Dios. Adherirse al reino significa renunciar a los anti-valores de este mundo, drogas, sexo libertino y sin compromiso, muerte, violencia, pobreza y marginación, guerras, ideologías que nos deshumanizan y destruyen. En fin tener un encuentro con Jesús no solo es tener las actitudes de Andrés, sino también estar dispuestos a imitar a Jesús que con su vida dignifico y salvo a los marginados de su tiempo.

En fin pienso que los verdaderos encuentros con Jesús, son muy importantes, tanto cuanto, nos humanicen y nos hagan que humanicemos este mundo. Veo a mí alrededor y los supuestos encuentros más que comprometerme con la historia, me hacen olvidarme de ella, hablo por la mayoría de los grupos evangélicos y de corte carismático en El Salvador, con los criterios bíblicos que hemos discutido creo que estos encuentros son parciales, ya que no hay un compromiso histórico, con la realidad. Ojala luchemos desde nuestra Iglesia, a ser un lugar de encuentro con Jesús, de una forma integral, donde me encuentre con el Verdadero Señor, y con el maravilloso ser humano que es Jesús de Nazaret.

Les dejo abierto el tema, pueden opinar sobre lo dicho, sé que es limitado y no es lo único que cuenta. Para ustedes amigos lectores: ¿Cómo es un encuentro con Jesús? ¿Qué cualidades tiene? ¿A dónde me lleva dicho encuentro? Les dejo abierto el debate. Que el Dios de Jesús nos bendiga a todos.
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miércoles, 14 de julio de 2010

Entre Caines y Abeles (Frank Castillo)

¡Ah la realidad de nuestro pulgarcito de América! ¿Qué dolor nos causa, qué espanto nos hace sentir, qué dura de vivir es nuestra realidad? Y ahora no sólo les basta con “jodernos” sino que necesitan matarnos para saciar su sed de poder, su sed de tener, en fin su falsa vida. Creo que todos los salvadoreños nos hemos quedado perplejos ante la satánica e inhumana actuación de unos jóvenes que asesinaron a muchos en el microbús de la ruta 47 en Mejicanos, aquel fatídico día 20 de junio. Ante este acto surgieron y siguen surgiendo posturas, del gobierno, de los partidos políticos, de las fuerzas de seguridad, de las Iglesias, de la sociedad civil, en fin, nadie ha sido ajeno ante lo ocurrido.

¿Qué tipo de seres humanos son estos capaces de segar la vida a gente inocente? ¿Qué hace el gobierno y la policía para frenar esta ola de violencia? ¿Acaso son las maras omnipotentes para actuar como ellas quieran? ¿Qué postura tomar como cristianos ante tan abominable hecho?En las siguientes líneas intentaré dar mi opinión sobre lo ocurrido y lo haremos tomando la figura bíblica de “Caín y Abel”, contrastaré dichas figuras con la realidad que nos movemos. Realidad de Caines y Abeles, realidad de vida y muerte, de odio y envidia, realidad de gratuidad y donación, en fin realidad de luz y tinieblas. Ojalá les parezca mi perspectiva.

“Yavé le dijo: ¿por qué te enojas y vas con la cabeza agachada? Si tú obras bien, tendrás la cabeza levantada. En cambio, si haces el mal, el pecado está agazapado a las puertas de tu casa” GN. 4, 6-7 ss.

En el lenguaje bíblico y concretamente en el relato de Cain y Abel encontraos prefigurados dos tipos antropológicos (teológicamente vistos) de ser seres humanos: están los Abeles, los que son hijos de Dios, los que optan por la vida, la dignidad, la pobreza, en fin los que son en realidad amantes de Dios sirviendo al prójimo. Pero también encontramos los Caines, los que optan por el pecado, la muerte, la violencia, el consumismo, la explotación y opresión de los pobres, en fin son los abortos de Dios, como decía el P. Rutilio Grande SJ a la oligarquía Salvadoreña.

Cuando hablamos de Abortos de Dios, nos referimos al hecho de que somos los seres humanos los que negamos nuestra imagen filiatoria con el Dios de la vida, porque no es Dios quien nos desecha, somos nosotros los que lo negamos. Y esto sucede a Diario en la realidad salvadoreña. Hay muchos que se han segado y apartado de Dios porque han optado por el mal, por la muerte, por el acaparamiento, por la riqueza; en fin, han optado por los “Ídolos Baales” de nuestro tiempo es decir Riqueza, Prestigio y Poder. Es tanta nuestra ceguera que miles de salvadoreños están viendo en el pecado la salida a su situación que es consecuencia de males milenarios. Ahora bien los que optan por este camino están tan cegados que no ven que al final sólo hay una dádiva para recibir: la muerte. “El salario del pecado es la muerte”. Muerte no prediseñada por Dios, sino muerte buscada y abrazada por el ser humano. No hay duda que estos asesinos del microbús de la ruta 47, están cegados por el pecado.

Pero ¿qué los lleva a auto-abortarse de la presencia de Dios? ¿Qué hay en la realidad salvadoreña que los empuja a adorar el pecado? Sin ganas de ser ideológico, pero la realidad así lo dice, el mal en El Salvador es la “Injusticia Social”; donde la pobreza, la falta de oportunidades, la desigualdad, la injusta distribución de la riqueza nos revelan que vivimos en una sociedad enferma de muerte. Sí amigos, la realidad Salvadoreña está enferma, y genera estos “virus” que tratan de vivir, segando y destruyendo la vida de otros. La sociedad salvadoreña está enferma y genera enfermedad, y aquí surge de nuevo, los gritos de libertad y de liberación que nos llevaron a una guerra fratricida, donde nadie gano y todos perdimos. Porque los males que la generaron siguen ahí y parece que están más fuertes.

En fin, el Pecado está agazapado en la realidad Salvadoreña y hemos sido cómplices los que conocemos la verdad y no luchamos por defender la vida como Dios quiere. Porque pienso, que esto no sólo es tema del Gobierno, de los Políticos, del Ejército y la Policía, este tema es interés de todos. Y la Iglesia con los cristianos (católicos y evangélicos) están en la obligación de hacer algo; porque si pensamos que orando tendremos respuesta de Dios, estamos pecando de cobardes, hipócritas y de blasfemos.

“Yave dijo a Caín: El (pecado) te acecha como fiera que te persigue, pero tú debes de dominarlo. Caín dijo después a su hermano: Vamos al campo. Y cuando estuvieron en el campo, Caín se lanzo contra Abel y lo mató “GN. 4, 7- 8.

Esta realidad empuja a miles de salvadoreños a optar por la muerte, así como Caín opta por matar a su hermano. Y en El Salvador, aun nos seguimos matando entre hermanos. Por esta sencilla razón: el pecado nos está dominando, el mal nos está ganado la guerra.

Y aquí quiero hacer un llamado a los seguidores de Jesús: “nosotros también podemos ser Caines, con nuestra pasividad pastoral y eclesial, si la Jerarquía de la Iglesia Católica y Evangélica pecan de alienados, espiritualistas y cobardes. Nosotros los laicos estamos en la obligación desde nuestro bautismo y amor por Jesús, a denunciar a ese pecado y de declararle la guerra abiertamente”.

Pero ¿cómo podemos hacerlo? Pues pienso que tenemos muchas herramientas para la guerra, tenemos grupos y pastorales específicas que pueden trabajar en serio por la Familia, por la Juventud; un ejemplo claro es la Oficina de Tutela Legal del Arzobispado que puede generar un anteproyecto de ley para que la Corte Suprema de Justicia haga bien y cristianamente su trabajo.

Pienso que si nos juntamos en un frete común, en objetivos comunes, los movimientos laicales, las pastorales, en fin todos los laicos (evangélicos y católicos) podemos crear un plan al estilo de los Profetas que llevan a Dios y denuncian el mal de la realidad. Yo me apunto desde ya para ayudar en el ámbito de la Pastoral Juvenil. Pienso que podemos y estamos en la obligación de crear espacios serios, responsables y humanizadores donde juntos rehabilitemos a los caines que quieran volver a Dios. Los que no lo deseen, ahí está el deber de las leyes civiles. “Hermanos dejemos de ser tan piadosos y seamos más cristianos”

“Yavé dijo a Caín, ¿Dónde está tu hermano Abel?... Entonces Yavé le dijo: ¿qué has hecho? habla la sangre de tu hermano y desde la tierra grita hasta mí” GN. 4, 9 – 10.

No quiero terminar amigos y hermanos sonando ni pesimista ni positivista, pero creo que estamos en un momento crítico para el futuro de nuestro país. Creo que vamos a tiempos y ya estamos en ellos, donde más que buscar el bienestar propio, debemos de buscar urgentemente el bienestar de todos, solo siendo solidarios entre nosotros saldremos adelante.

Hago un llamado a los Caines: “ustedes aun pueden volver a la vida, aun pueden redimirse, aun pueden dejar el pecado, arrepiéntanse, y vuelvan al Señor, todavía creo que Dios tiene misericordia para ustedes. Lo que si estoy seguro, es que las leyes civiles deben de juzgarlos”.

A los cristianos (Católicos y evangélicos) que en realidad quieren colaborar con Dios en la construcción del reino aquí en la tierra, cuidado con ser Caines, porque nos jactamos de ser Abeles “que entregamos ofrendas que agradan a Dios”, y muchas veces con nuestra pasividad, espiritualismo desencarnado, somos en realidad Caines. Recuerden que al final Dios siempre nos preguntara ¿Qué has hecho con tu hermano? Así que ánimo y a defender la vida en todos los sentidos, porque el hambre y la pobreza también son abortos sociales.

A los Abeles, ustedes que son y serán las víctimas, los que sufren en carne propia las consecuencias de esta sociedad empecatada, ustedes que son el “Divino traspasado de nuestros tiempos”, ustedes que son los Mártires de Dios. Honor, respeto, dignidad, justica y verdad. Ustedes son dignos de Dios, bienaventurados, que su sangre no caiga en vano.

Al final lo que pretendemos es que los Caines vuelvan al Señor, vuelvan a ver a los Abeles como lo que son: “hermanos”; para que así juntos volvamos a ser una única y real familia, que ve en el Reinado de Dios el horizonte a alcanzar.

Que el Dios de Jesús que es un Padre de amor nos acompañe e invite a sanar esta sociedad.

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La Familia en El Salvador: (Nahúm Ulin)

“De una perqueña parcela, a un gran terreno llamado sociedad.”

INTRODUCCIÓN.

Sabemos que la constitución de nuestra república salvadoreña menciona, en el artículo 32, la siguiente afirmación: “La Familia es la base fundamental de la sociedad y tendrá la protección del Estado, quien dictará la legislación necesaria y creará los organismos y servicios apropiados para su integración, bienestar y desarrollo social, cultural y económico.”

Al respecto, cotidianamente observamos, sentimos y en ocasiones “somos parte” de la realidad actual de nuestras familias salvadoreñas, en sus crudas crisis y desavenencias. Disfuncionalidad y disgregación, violencia, pobreza y otros factores más, son los que hoy en día asaltan la realidad salvadoreña en los ambientes familiares. Ya no es raro ver niños solos en las calles, ni jóvenes con armas violentando a otros, o mucho menos jovencitas embarazadas no llegando aún a los quince años.

En el presente texto haré un intento por analizar brevemente nuestro actual ambiente familiar salvadoreño. También, me voy atrever a lanzar pistas que nos ayuden a encontrar rumbo, ante tanta borrasca. Las preguntas que propondré, para motivar a la reflexión, son: ¿De dónde viene todo este mar de violencia y falta de respeto por la vida de los demás? ¿Existe alguna raíz de la que se derive todo este problema de inseguridad que vivimos? ¿Habrá todavía alguna solución ante todo este desorden social que se vive? Ciertamente, pensar en que todo tiene un origen, una raíz, un inicio, un punto de partida nos va a facilitar nuestros intentos por propiciar cambios reales, pues, se dice que para ganarle al enemigo hay que conocerle.

SE SIGUEN CORTANDO LAS RAMAS, PERO NO LA RAÍZ.

Me decían por ahí un día de estos: “Este problema de inseguridad nacional, lo vamos a quitar, matando a los que joden al pueblo”. Realmente, hablar de este tema de justicia es delicado, más aún cuando vemos que nuestro sistema judicial no hace un papel responsable, ya que “se procesa más fácilmente a alguien que roba una gallina, que aquel o aquella que hurta un gallinero”. Hoy en día vemos cómo nuestro sistema de justicia, es injusto. No deseo abordar esta área, sino, más bien, ir a algo más profundo en lo que todos tenemos que ver, nos guste o no.

Hablo de “la familia”, lugar y ambiente dónde nos formamos como personas, como individuos y, más aún, como ciudadanos. Podrá ser que este tema no tenga ningún peso, como nuestras leyes actuales, pero observando con responsabilidad y verdad, puede resultar trascendente el tomar en cuenta que lo que vemos y vivimos hoy en día en la calle, en la oficina, en las iglesias, en los centros escolares, en fin, en todo ámbito social, resulta ser configurado de cómo fuimos educados en el hogar. Creo particularmente que, con el pasar del tiempo, se ha olvidado la filiación que posee la sociedad y la familia.

Cierto es que mientras más se practique en la familia el diálogo, el compartir, la reconciliación, la aceptación ante la diversidad, en fin, se practiquen valores concretos que muevan a acciones inmediatas y precisas nuestra sociedad tiene amplias y mayores posibilidades de ser sana y ecuánime. Opuesto a esto, es casi normal (¡dirían algunos irresponsables!) ver una realidad llena desarrollo tecnológico pero falta de humanismo. ¿Cómo podemos pedirle a nuestra juventud, ser el futuro, si su presente y su pasado (sobre todo) están cargados de experiencias de marginación, violencia, abandono, pobreza y falta de lo básico para vivir?

Es por ello que la experiencia actual que estamos viviendo como salvadoreños y salvadoreñas con respecto a la violencia e inseguridad ciudadana refleja una sociedad “enferma de deshumanización y falta del sentido de la vida”. Realmente, faltan procesos de desarrollo humano que trabajen la opción por una vida digna en la familia no solamente en su dimensión económica, sino, todo lo que tenga que ver con el “desarrollo integral” de la misma. No basta con procurar satisfacer sólo las necesidades físicas y materiales de las personas. Desarrollo y progreso no solamente son sinónimos de status y comodidad material. En este punto, creo que nuestros gobiernos anteriores tienen mucho de responsabilidad con respecto a la sociedad que vivimos, ya que el centro y el fin de las gestiones pasadas fue “el capital monetario y no el humano”, fueron las grandes empresas, pero no los trabajadores; los patrones y no los jornaleros.

Curiosamente, nuestra sociedad moderna con énfasis en el pensamiento capitalista, se ha olvidado de la centralidad del crecimiento del ser humano: “No sólo de pan vive la gente, sino de afecto, compañía, ideales y sueños que realizar”. En estos últimos veinte años, nuestros gobiernos liderados por “ARENA”, apostaron por la inversión en carreteras, centros comerciales, edificios de lujo, dejando aún lado la urgente atención a las familias afectadas por la guerra, desempleo y demás males que ya sabemos. Y es por ello que el hambre, la explotación, la pobreza y la marginación han marcado una huella traumática en nuestras familias; pero, más aún, esto se agrava cuando el resultado de la falta de empleo, alimentos y recursos materiales hacen que los encargados de cada familia migren y se dirijan a otros rumbos con tal de tener lo necesario para vivir.

Y es así que los hijos e hijas quedan sin un referente de vida, convirtiéndose en “una panza sin comida”. Se sufre cuando no se come y ciertamente lo hacen sentir nuestras “tripas”. Lo mismo es cuando a la familia, en concreto a los hijos e hijas, no se les da tiempo y atención, no haciéndoles sentir importantes. Ellos y ellas nos dicen que el error se encuentra en una sociedad falta de papá y mamá responsable. Con solo ver nuestra realidad juvenil actual llena de violencia, drogas y desenfreno, se puede afirmar la gran carencia de modelaje del sector adulto con respecto a valores que nos hagan vivir mejor. Con la ayuda de estas ideas antes mencionadas podemos afirmar que nuestra juventud ha crecido en medio de un tácito abandono, que conlleva a un estado grave de “negación del afecto”.

Y es por ello que se recurre con facilidad a juzgar la dinámica de nuestros jóvenes, más aún cuando vemos que ellos y ellas atentan contra la vida. Pero, ¿No somos los adultos los que les enseñamos a los pequeños un particular estilo de vida, una forma de verla y una manera de practicarla? ¿Cómo pedirle a un joven ame a su madre si ella, por lógica humana, debería haberle amado primero? Indisputablemente, es risible escuchar a un padre decirle a un hijo: “dejá el alcohol, no te va a hacer nada bien”, cuando el consejero no da pie de testimonio y hace del alcohol, su profesión.

Nuestra realidad de hoy en día nos permite ver, sin ningún tapujo, “las ramas maltratadas de un frondoso árbol llamado sociedad”. Frutos casi podridos, aparecen todos los días reflejados en la tasa de homicidios, aumentando sin escrúpulos, en la pertenencia de jóvenes a grupos llamados pandillas, famoso hoy en día por la ola de violencia. Jovencitos y jovencitas que, a temprana edad, viven una vida sexual, como un adulto, sin medir consecuencias, ni colocando los límites necesarios ante la realidad del SIDA y otras enfermedades y consecuencias lógicas.

Nuestra sociedad no merece vivir en medio de zozobra e inseguridad, pero ¿Cómo pedirle que nos enseñe la paz, la ternura y la bondad, si en nuestras familias no la experimentamos, ni vemos? Y es que, el proyecto de formar una verdadera familia, es la catapulta para construir una auténtica sociedad, basada en el amor que perdona y la justicia que reivindica. Realmente, creo, del fenómeno sociológico de la familia actual se desprenden todos nuestros males sociales: quizá no hubiesen pandillas si papá y mamá estuviesen allí donde más se les necesita, en el hogar. O no se hallasen chicas embarazadas a temprana edad, si papá y mamá dieran una guía y ejemplo de vida constructivo. O en el peor de los casos, no existiesen personas con poder que aplastaran a otros, sin importar nada, si en cada familia la práctica de la fraternidad y la igualdad se viviese como pan cotidiano. En fin, ante todo esto, ahora: ¿quién nos va a defender?

UNA POSIBLE SOLUCIÓN: EL AMOR QUE HUMANIZA, EL MISMO QUE JESÚS VIÓ, VIVIÓ Y PRACTICÓ.

Para esta parte, no deseo dar respuestas que lleven a soluciones prefabricadas, más bien, pretendo lanzar pistas de cómo mi experiencia personal de casado, amigo, hermano, creyente y ciudadano me ha ido iluminando para hacer de la vida, un camino de servicio. En Lucas 2, 52 (Evangelio conocido como relator de la infancia de Jesús, junto a Mateo), se hace una hermosa afirmación sobre el aporte familiar de José y María en la vida de Jesús: “el niño crece en estatura, edad y gracia, ante Dios y ante los hombres”. Este “crecimiento integral” es la muestra de lo que puede hacer el verdadero amor: dar total dignidad a la persona. Según los datos de muchos escritos “versados” en el tema cristológico como Antonio Pagola, Leonardo Boff y Jon Sobrino, se asevera que en la vida de Jesús existieron dos constantes: gran necesidad material (realidad de pobreza) y gran cercanía a Dios (realidad teologal). En la primera descubre a Dios. La segunda lo conduce al “prójimo”. Y en la intersección de estas dos realidades se nos revela el amor de Dios encarnado en Jesús. Seguramente Jesús aprendió a vivir del amor. Tomando en cuenta su realidad de vida, más de alguna vez tuvo que haber sentido lo que es pasar hambre, marginación, injusticias, atropellos, ya que el pertenecía a los “abajados” y los “pisoteados” de su tiempo, en otras palabras a “los pobres”. Como también, creo que nunca perdió la perspectiva del Dios que nunca tarda en responder las súplicas de sus hijos e hijas débiles ante los sistemas opresores. Vivir del amor para Jesús implicó no solamente hablarlo, ni disertarlo, más bien, vivirlo y hacerlo una consigna diaria que necesitaba de una coherencia radical que involucra, en su debido momento, dar la vida por lo que más quería: el pueblo necesitado de Dios.

Pero, ¿De dónde aprendió Jesús todo este cúmulo de experiencias reivindicadoras? En lo personal, creo que todo esto se sembró en su hogar. Ver a su mamá y papá modelando valores, seguramente y sin temor a equivocarme, le marcó profundamente. Respetar y darle dignidad a la mujer, lo heredo probablemente de su papá, José. No por pura casualidad se menciona que él fue un “hombre justo”. Ver a una jovencita llamada María aferrarse a la vida, con el anuncio del ángel, nos muestra el valor que puede tener una mujer que opta por un camino distinto al que ofrece la sociedad machista de su tiempo: “ser parte del sueño redentor de Dios, para el mundo”.

En fin, mis queridos hermanos y hermanas, en las venas de Jesús corría el deseo de hacer de este mundo algo mejor, retornándolo a su única esencia: “El mundo, casa de todos, propiedad de nadie”. Definitivamente, en el hogar de Jesús se vivió la experiencia de este “amor que redime”, haciendo de lo material uno de los muchos medios para vivir y no un fin dónde llegar. Jesús aprendió ser buen ciudadano, siendo buen hijo, compañero y amigo. Pues, no podemos dar lo que no tenemos. Y el amor es más productivo, así como lo dice Ignacio de Loyola, cristiano del siglo XVI, cuando se pone más en obras que en palabras.

CONCLUSIÓN

A modo personal, creo que la Familia puede hacer mucha diferencia ante este caos social. Pero, no solamente ella, sino, con la ayuda generosa, desinteresada y objetiva del Gobierno. Que un gobierno apueste por más desarrollo humano, mejorando la educación, el sistema de salud, reduciendo la tasa de desempleo, haciendo más accesible la compra de la canasta básica, regulando y reduciendo la amplia gama de programas televisivo-radial que solamente enseñan y muestran mensajes que conllevan a la alienación, al consumo y violencia, promoviendo más espacios familiares recreativos, se podrá crear esa base fundamental en donde se pueda establecer una sociedad basada en el respeto, la igualdad y demás valores. La Iglesia, también merece un puesto en este juego, ya que ella debe de iluminar a la sociedad, desde la fe. Lo curioso del caso es que la Iglesia, vista desde la jerarquía, pasa, en muchos de los casos, desapercibida de la realidad (lo digo por nuestro pasado arzobispo Saenz Lacalle y el actual, Luis Escobar).

 Hablar en conferencias de prensa sobre la vida social y regresar al sillón y vivir como un rey, eso se llama “comodidad”. Por el contrario, Jesús nos muestra que las palabras por si solas no crean tanto impacto como el ejemplo que arrastra y motiva a cambios tangibles en la “polis”. Todos los líderes religiosos, al menos de las denominaciones cristianas, deberían hacer del amor una práctica que les lleve a parecerse más a Jesús, dejar el discurso que silencia la voz de Dios, como la complicidad descarada con gobiernos que no piensan en el desarrollo de la gente, a mejor ponerse al lado de la necesidad del pueblo, con sus gozos y esperanzas, tristezas y alegrías, eso haría un bien mayor para todos y todas. Hermanos y hermanas, las soluciones ya están desde hace mucho tiempo, solamente tenemos que cambiar nuestro “modus operandis”, nuestro modo de proceder y la forma de ver la vida y la realidad. Pensar en que otros puedan hacer la tarea propia, es negarse la oportunidad de contribuir a la mejora de este mundo. Y la familia, como preparativo importante para ser sociedad, es el espacio clave para enseñar a nuestros pequeños y pequeñas a ser verdaderos seres humanos, así como seguramente Jesús lo aprendió de María y José.

QUE EL DIOS DE LA VIDA LES HAGA CRECER Y LES LLENE DE FELICIDAD!

Por un Canto y Vida en Libertad



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martes, 8 de junio de 2010

Jóvenes, ¿una Opción? (Vladimir Valladares)


La tercer Conferencia del Episcopado Latinoamericano celebrada en Puebla en el año 1979 no sólo ratificó la opción por los pobres hecha en Medellín, en 1968, sino que además agregó una nueva opción que definiría el quehacer pastoral del continente: Los jóvenes.


Basta decir de la primera que, La opción por los pobres es el esfuerzo por comprender que estos sujetos son el contrapeso hermenéutico de la realidad donde Dios se manifiesta, habla y sufre. Se comprendió la pobreza, de estos pobres concretos, como categoría teológica, es decir como lugar desde el cual se puede hablar en nombre de Dios, lugar donde se descubre a Dios. La pobreza es entendida como un estado de vida provocado que lleva intrínsecamente la injusticia, la marginación, la reducción del hombre a lo no-humano; estos elementos son llamados con mucha fuerza Pecado, que es totalmente contrario a la voluntad de Dios. Así, si la iglesia, continuadora de la obra de Jesús, quiere ser fiel a su Señor debe optar por los que él optó primero. De este modo la opción muy particular de la Iglesia latinoamericana se vuelve opción universal para la totalidad de la Iglesia.

Por otra parte, La opción por los jóvenes es el esfuerzo por comprender que la Iglesia sólo tiene futuro en la medida que ese futuro es asegurado en aquellos que lo vivirán. Pero no es un futuro idealista, carente de realidad, es aquel que ya está potencialmente en nuestros jóvenes de hoy.

Más de treinta años han pasado de haberse celebrado Puebla, valdría la pena la pregunta ¿Qué de aquella opción por los jóvenes? ¿Dónde está el accionar de la iglesia en favor de este sector que se supone garantiza el ardor del Espíritu en la historia?

Muchas políticas de juventud han nacido, reducidas a meros documentos bien elaborados que no tienen el impacto querido en la realidad. Muchos tratados se han escrito sobre juventud, pero los jóvenes siguen siendo los ignorados, marginados e incomprendidos; muchos planes pastorales se han diseñado, pero nuestros templos, predios parroquiales y comunidades siguen teniendo un gran ausente: los jóvenes y su juventud. Escandaloso es esto en un Continente donde más de la mayoría de sus habitantes son jóvenes, que prefieren otro tipo de actividades que las eclesiales, que buscan el sentido de su vida en lo superficialidad de una dinámica consumista más que en la auténtica libertad que nos regala la vida de fe; que desean ser felices sin Dios, porque para ellos ni la Iglesia, ni la fe, ni Dios les dice nada nuevo.

Entonces, ¿Qué implica una opción real por la juventud? Lo que a continuación escribo no pretende ser un recetario, sino sólo la enumeración de elementos que en el trabajo de una década con ellos me ha dado.

“Conocerles es entenderles, entenderles es amarles.”

Cuántas páginas llenan los libros “especializados” que hablan de cómo hacer una “buena” Pastoral Juvenil. Todos hablan de sus compartimientos, de sus procesos evolutivos de crecimientos, de sus cambios físicos, psicológicos y emocionales, de sus energías y potenciales, etc. Todos hablan de los jóvenes. Sin negar la bondad de estos libros y las pistas que nos ofrecen para la comprensión del mundo juvenil, los encargados de la Pastoral Juvenil suelen olvidar que es mucho más importante hablar con los jóvenes. Entrar en su realidad, compartir con ellos, vivir con ellos, dialogar sin juzgar, sin que eso excluya el cuestionar.

El primer momento de una Pastoral Juvenil no es el diseño de grandes planes de formación, que muchas veces se quedan en buenos objetivos, en buenas intenciones, en buenos presupuestos; éstos no son sino sólo la explicitación escrita de un momento anterior mucho más importante. El primer momento, entonces, es conocerles, porque sólo en la media en que se les conoce más profundamente se les entenderá más profundamente; es decir que se comprenderá el porqué de ciertos comportamientos, porqué de sus dudas y preguntas, porqué de sus miedos y aspiraciones, en fin sólo así se les amará en serio; y el amor buscará siempre el mejor y mayor beneficio para el amado. San Juan de la Cruz dirá: “que el amor asemeja al amante con el amado”.

No resultan extrañas las siguientes preguntas de los animadores de Pastoral Juvenil: ¿Qué temática tratamos en esta reunión? ¿De qué les hablamos? ¿Qué libro podemos utilizar para los temas? Cuando estas preguntas aparecen y se dan como preocupantes, es que entonces se han alejado de ellos, ya no los conocen y sólo quieren “formarlos”, direccionarlos, “enseñarles”... Han olvidado que son ellos los que nos enseñan cómo tratarles. Han olvidado que lo primero es caminar con ellos, hacerles preguntas, dejarlos que nos hablen, que nos compartan su vida, como lo hizo Jesús con los discípulos de Emaús: para que sólo al final, al partir el pan, compartiendo lo vital y esencial, se revela el Misterio que se da como Don y como tal es recibido, dejándolos inquietos yendo en busca de la comunidad.

“Soy joven, ustedes ancianos, por eso tenía miedo de hablar...” (Job 32, 6)

Otro elemento muchas veces olvidado por los encargados de la Pastoral Juvenil es el hecho de que los jóvenes tienen voz dentro de sus procesos de maduración. Procuramos tanto darles itinerarios de formación ya diseñados, reuniones grupales prefabricadas, asambleas ya establecidas, actividades pre-pensadas... pero, ¿Cuántas veces se toma en cuenta sus inquietudes, sus necesidades, sus problemas, sus propuestas? Y no me refiero simplemente al preguntarles ¿qué quieren?, esto no tiene nada de pedagógico o educativo, me refiero al verdadero involucramiento en la toma de decisiones, a la consulta seria donde ellos son verdaderos protagonistas, incluso en el error.

Existen una cantidad de grupos juveniles donde educamos a los jóvenes para ser meros receptáculos de ideas preconcebidas; para ser entes pasivos acostumbrados a que otros piensen por ellos; para ser jóvenes mudos en mundo donde se les ha robado su derecho de expresión que clama con ardiente y sincero deseo la coherencia de los adultos; para ser reproductores de un sistema, ideologías y creencias religiosas, más que para ser creativos, propósitivos, innovadores.

Los partidos políticos en la actualidad, por lo menos en El Salvador, poseen sectores de juventud donde más que darles verdaderas espacios de participación donde sus voces son escuchados, son adiestrados, adoctrinados para reproducir los pensamientos del partido, o de los fundadores o dirigentes en turno, y no para refrescarlo, re-crearlo, convertirlo. La Pastoral Juvenil muchas veces cae en el mismo error.

Hay un miedo en nuestros chicos y chicas en expresar sus ideas, temor de ser juzgados por sus “alocadas” ocurrencias, temor a cuestionar porque entonces son tomados como revoltosos e inmaduros, temor a decir lo que piensan y sienten, porque se les ha enseñado que ya todo está dicho. Pero hay un miedo todavía más peligroso: el miedo de las autoridades y de los dirigentes a que los muchachos y muchachas se expresen con libertad, porque bien saben que eso implica tocar “la verdad oficial” que no es otra cosa que “la conservación de una serie de proposiciones ya desfasadas, carentes de actualidad.”

Resuena entonces la voz de Elihú, joven teólogo del libro de job, que es la voz en el silencio de nuestros muchachos: “Los muchos años no hacen sabio a nadie, ni las barbas traen consigo una recta comprensión. Por eso dije: Ahora, que me escuchen, pues yo también tengo algo que decir” (Job 32 9-10)

No les demos a nuestros jóvenes respuestas, propongámosles preguntas...

“Te conocía de oídas, pero hoy te han visto mis ojos...” (Job 42,5)

¿Qué es Dios? Esta es la pregunta filosófica, la búsqueda por el Ente supremo, por el gran Otro, por el Absoluto... sin menospreciar a los grandes filósofos, la pregunta que interesa a los jóvenes es ¿Quién es Dios? Porque esta es la cuestión existencial, no el intento por la definición de la cosa, sino por la relación con la persona.

El joven no quiere definir a Dios, quiere relacionarse con él. Aunque la definición sea inherente, pero esta sólo llega después de la experiencia. Entonces resulta limitante cuando las imágenes que de Dios mostramos son tan lejanas a su campo de comprensión. Le decimos que Dios es Padre, pero es un Padre que le pide todo un “protocolo litúrgico” para entablar diálogo con él. Le decimos que Dios es Amor, pero un amor tan abstracto que no deja de ser mero concepto incapaz de incorporarse en su diario vivir porque se le ama y se ama en la intimidad que individualiza, más que en aquella que personaliza provocando el diálogo. Sin mencionar esas imágenes tergiversadas del Dios que reprime, que obliga, que coarta, con el que se hacen transacciones interesadas... todas estas y muchas más ya no son creídas por nuestros muchachos y muchachas, ya no las aceptan fácilmente, las cuestionan, y con bastante temor. Todas estas y muchas más son enseñadas no sólo con discursos programáticos sino con acciones, que es peor.

Los ambientes de Pastoral Juvenil deben ser un espacio donde se viva la experiencia de Dios, donde Dios pueda ser transparentado en la comunidad misma, donde Dios pueda ser encontrado y vivido. No podemos pretender limitar a Dios en una idea o en un concepto del cual ya no se puede salir. Entonces no es Dios.

He escuchado tantas veces decir a los chicos y chicas que Dios es para ellos su Amigo. Porque un amigo no resuelve la vida, no hace milagros, no necesita cita previa para hablarle. Un amigo acompaña, comprende, calla, habla cuando tiene que hacerlo, exige en la confianza, señala el error porque ama, porque conoce, porque acepta.

¿Es que los jóvenes quieren entonces un Dios alcahuete? Para nada. Quieren y desean conocer al verdadero Dios, al Dios de Jesús, a ese Dios que exige, pero no reprime; que llama, pero no impone; que libera, pero hace responsable, a ese Dios al que puedes saborear más que saber.

“Testigos más que predicadores”

Un último dato que la experiencia da al estar con los chicos es el reclamo que ellos hacen a la coherencia de los adultos. No es extraño escuchar como los muchachos manifiestan cierta antipatía o displicencia cuando se les habla de Dios, para muchos pareciera que es “una mala palabra”. Pero cuando se ve a fondo se descubre que el problema no es con Dios, son con sus representantes. Es preocupante cuando se comprueba que los más influyentes predicadores que potencian la increencia e indiferencia de nuestros muchachos son los creyentes.

Pablo VI atinaba tanto cuando en la Evangelii Nuntiandi escribía con mucha fuerza: “el mundo necesita más testigos que predicadores, y si les creen a los predicadores es porque son testigos.” La mejor forma de predicar a Dios es siendo su testigo en el mundo, la mejor forma de hacer que nuestros jóvenes crean en Dios es demostrando que vale la pena creer en él, es siendo coherente con aquello que se predica y se hace, es viviendo las exigencias éticas del reino predicado por Jesús.

Existe una crisis de credibilidad por parte de los jóvenes a las instituciones políticas y religiosas, mucho de esto es por la falta de coherencia que se encuentra en el mundo adulto. Hay una crisis de credibilidad a los líderes, podemos decir sin miedo al error que no hay líderes, y que los jóvenes reclaman eso.

Y es mucho más lastimoso cuando la coherencia de los líderes se da más con los dogmas, con la doctrina establecida que una coherencia con las exigencias que nos da la vida de Jesús y la realidad misma.

Ahora es el turno de que ustedes tomen la palabra, mis queridos lectores. No hemos dicho todo, ni pretendemos hacerlo, sino solamente dejar el diálogo abierto... ¿Qué otros elementos hacen falta para hacer de nuestra Pastoral Juvenil una verdadera opción por los jóvenes? ¿Qué puedes agregar a los elementos que hemos planteado?
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¿Violencia la Solución? (Francisco Castillo)


La realidad salvadoreña que nos ha tocado vivir es muy dura. Hoy más que nunca vivir en el pulgarcito de América, es todo un reto y al mismo tiempo un milagro. Nadie es ajeno que la violencia social, la pobreza, la falta de oportunidades, en fin los males heredados de gobiernos ajenos a la realidad de los pobres, y gobiernos “progresistas”, que siguen con lo mismo, han hecho que la vida de los salvadoreños pobres sea dura de vivir. Ante esta realidad o toca aceptarla, huir de ella, o tratar de humanizarla desde lo poco. Los índices de violencia son tan alarmantes que ver morir a 14 personas asesinadas a diario, es tan ahogante que pensamos que ya no se puede hacer nada más que una sola opción: “si estuviera la guardia como antes, esto no sucediera”. Los salvadoreños en estos días con total razón piden que el ejército salga a las calles, a pelear una guerra perdida por la Policía Nacional Civil (PNC), y es lógico que piensen que la única forma de contrarrestar tanto mal, sea con represión. La pregunta que nos podemos hacer desde nuestra fe, es, ¿vale la pena apagar fuego con fuego?, ¿violencia la detendremos con violencia?


Quiero aclarar que no soy sociólogo, politólogo, abogado; soy simplemente un creyente que trata de ver dicho problema desde una perspectiva de fe, por lo tanto ya de entrada creo que no voy a dar recetas ni soluciones, solamente me remitiré a expresar lo que creo debería de tomarse en cuenta a la hora de afrontar el problema.

“Vuelve la espada a su sitio, pues quien usa la espada, perecerá por la espada” MT. 26, 52.

Los seguidores de Jesús de Nazaret, siempre tendremos que renunciar en la medida de nuestras posibilidades a toda muestra de violencia, o muerte. Creemos en el Dios de la vida, de la historia y no podemos en ninguna forma pensar en la muerte como camino para salir de las tinieblas. Me pregunto ¿qué podemos hacer los católicos y protestantes para contrarrestar dicha violencia? ¿Será que nos falta más fe; o nos falta más acción social? ¿Qué podemos hacer?, si uno observa la vida del Maestro muchas veces Jesús intentará mantenerse al margen de la violencia, aunque su muerte (asesinato) sea violento. Pero, ¿cómo reacciona en realidad Jesús? Muchos, creo que la mayoría de sus seguidores, piensan que lo hizo pasivo e incluso buscó dicha muerte (ya sea por la interpretación de la muerte vicarial de Jesús o por la idea de que Jesús estaba predestinado por el Padre para dicho fin), pues bien la mayoría de los cristianos piensan que Jesús se entregó a una muerte violenta por nuestra salvación y porque el Padre así lo había pensado. Creo que estas interpretaciones no son únicas y pienso que se puede comprender también la muerte de Jesús como consecuencia de su forma de vida. A Jesús lo mataron porque estorbaba su palabra, sus milagros, su vida en sí. Ahora bien si la muerte de Jesús es consecuencia de una forma de vida que en los evangelios se llama Reino de Dios, habrá que ver ¿qué de conflictivo tiene ese estilo de vida? para que sea odiado hasta una muerte en cruz. Vivir para el reino de Dios implica para Jesús, amar a los pobres, a los marginados a los que no valen nada; implica cargar sus cruces, sus inmundicias, sus dolores; vivir para el reino implica para Jesús renunciar a sus propios derechos incluso su propia vida. En fin vivir para el reino nos hace ser Seres Humanos hermanos y servidores del prójimo.

A los cristianos nos toca vivir para el reino, humanizando la historia desde abajo.

¿Qué debemos hacer los cristianos? Pues se dice tan fácil pero hacerlo implica toda una Espiritualidad: lo que debemos de hacer es imitar a Jesús. Imitar implica romper compromisos con lo material, con lo ideológico, incluso a veces con lo religioso; imitar a Jesús nos lleva a consagrar nuestras vidas a vivir con justicia, con verdad, con libertad, con amor y solidaridad, con nosotros mismos y con los demás. Muchas veces preferimos una de dos: estar viendo solamente al cielo (alienados en lo espiritual) o preferimos estar viendo a la tierra (alienados a lo material). Y estas alienaciones nos llevan a un conformismo enfermizo que pretende o creer que con oraciones, cultos o liturgias le “arrancáremos” el milagro a Dios; o creemos que solamente las soluciones violentas como uso de fuerzas armadas, pueden detener el problema. Estas alienaciones nos llevan a una encrucijada difícil de solucionar.

¿Qué podemos hacer? Los cristianos estamos obligados desde nuestra fe en Jesús a levantar a los caídos del camino, a los excluidos de nuestra sociedad. Me pregunto ¿qué sucedería si en nuestras Parroquias, pastorales y movimientos, unificáramos un solo sentir por llevar el AMOR cristiano a todas estas personas que han optado por el mal? ¿Qué sucedería si nos uniéramos en un solo y real cuerpo que pretenda no solamente llevar la Palabra de salvación, sino también Palabras de apoyo y solución?

Fuego no se apaga con fuego. Y los cristianos tenemos el deber de levantar esta historia desde abajo, ¿Cómo es esto posible?, si nos tomáramos por ejemplo, la lucha por brindar espacios (serios, dignos y cristianos), para que los jóvenes tengan lugares y actividades donde puedan desarrollarse dignamente, y así tener una mejor esperanza de vida. Pero ¿qué sucede? Nuestra Pastoral Juvenil se ha quedado en la mitad de la solución, solamente llevan Palabra de Salvación y no palabras de apoyo y solución. ¿Qué debemos entender por palabras de apoyo y solución? Buscar formar grupos de apoyo en formación en lo académico, en lo profesional y lo técnico; ¡sí amigos! Educar, pero en dignidad, no copiando modelos que fomentan estilos antropológicos mercantilistas, sino educar para ser seres humanos; ósea, gente que siente, que vive, que cree. Si no buscamos apoyar a los jóvenes ofreciendo espacios reales, esto no se solucionará. Sabemos que las maras no son lo único que genera problemas de violencia, pero podemos empezar por ahí. La iglesia que tiene todo un aparato físico y humano, puede dejar un poco lo “litúrgico-celebrativo” y mandar a esos discípulos misioneros (Aparecida), a llevar a Jesús con total alegría. Pienso que si los católicos, brindáramos un tiempo de nuestras vidas podríamos en serio llevar esperanza. Creo que hay parroquias que pueden ser las pioneras, ojalá que se luchara por ser menos piadosos y más atrevidos. Pero evitando los extremos, no solucionamos el problema solamente con nuestras fuerzas humanas, al final siempre debemos de apelar al Señor, para que él haga su voluntad con cada uno de nosotros.

Por tanto, los cristianos no creemos en la solución violenta de los problemas, recordemos como M. Romero en todas sus enseñanzas nos invitaba a renunciar a todo camino violento para solucionar nuestros problemas. Sí reconozco que la realidad es tan dura que ahora sólo se ve que reprimiendo se puede solucionar esta coyuntura, pero no dejemos de creer y apostar por brindar una mano amiga y preventiva, vamos a esos jóvenes que están pensando meterse a la mara, vamos con lo mejor que tenemos, y tendámosle la mano para levantarlos de ese agujero deshumanizador y llevémosles apoyo, educación, oportunidades, dignidad, llevémosles a Jesús y junto a este y con fe en él, le ganaremos al mal espíritu a estos jóvenes que son también Hijos de Dios.

Dejo el debate abierto y deseo que ustedes mis queridos lectores me brinden su opinión o sugerencia para dicha temática, lo dejo abierto con estas preguntas: ¿se puede hacer algo más desde nuestra Iglesia? ¿Qué nos falta por hacer?... Espero sus sugerencias y que Dios nos ayude en este camino.
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miércoles, 5 de mayo de 2010

"Carta abierta a los obispos católicos de todo el mundo" (teólogo Hans Küng)


Joseph Ratzinger, ahora Benedicto XVI, y yo fuimos entre 1962 1965 los dos teólogos más jóvenes del concilio. Ahora, ambos somos los más ancianos y los únicos que siguen plenamente en activo. Yo siempre he entendido también mi labor teológica como un servicio a la Iglesia. Por eso, preocupado por esta nuestra Iglesia, sumida en la crisis de confianza más profunda desde la Reforma, os dirijo una carta abierta en el quinto aniversario del acceso al pontificado de Benedicto XVI. No tengo otra posibilidad de llegar a vosotros.

Aprecié mucho que el papa Benedicto, al poco de su elección, me invitara a mí, su crítico, a una conversación de cuatro horas, que discurrió amistosamente. En aquel momento, eso me hizo concebir la esperanza de que Joseph Ratzinger, mi antiguo colega en la Universidad de Tubinga, encontrara a pesar de todo el camino hacia una mayor renovación de la Iglesia y el entendimiento ecuménico en el espíritu del Concilio Vaticano II.
Mis esperanzas, y las de tantos católicos y católicas comprometidos, desgraciadamente no se han cumplido, cosa que he hecho saber al papa Benedicto de diversas formas en nuestra correspondencia. Sin duda, ha cumplido concienzudamente sus cotidianas obligaciones papales y nos ha obsequiado con tres útiles encíclicas sobre la fe, la esperanza y el amor. Pero en lo tocante a los grandes desafíos de nuestro tiempo, su pontificado se presenta cada vez más como el de las oportunidades desperdiciadas, no como el de las ocasiones aprovechadas:

- Se ha desperdiciado la oportunidad de un entendimiento perdurable con los judíos: el Papa reintroduce la plegaria preconciliar en la que se pide por la iluminación de los judíos y readmite en la Iglesia a obispos cismáticos notoriamente antisemitas, impulsa la beatificación de Pío XII y sólo se toma en serio al judaísmo como raíz histórica del cristianismo, no como una comunidad de fe que perdura y que tiene un camino propio hacia la salvación. Los judíos de todo el mundo se han indignado con el predicador pontificio en la liturgia papal del Viernes Santo, en la que comparó las críticas al Papa con la persecución antisemita.

- Se ha desperdiciado la oportunidad de un diálogo en confianza con los musulmanes; es sintomático el discurso de Benedicto en Ratisbona, en el que, mal aconsejado, caricaturizó al islam como la religión de la violencia y la inhumanidad, atrayéndose así la duradera desconfianza de los musulmanes.

- Se ha desperdiciado la oportunidad de la reconciliación con los pueblos nativos colonizados de Latinoamérica: el Papa afirma con toda seriedad que estos "anhelaban" la religión de sus conquistadores europeos.

- Se ha desperdiciado la oportunidad de ayudar a los pueblos africanos en la lucha contra la superpoblación, aprobando los métodos anticonceptivos, y en la lucha contra el SIDA, admitiendo el uso de preservativos.

- Se ha desperdiciado la oportunidad de concluir la paz con las ciencias modernas: reconociendo inequívocamente la teoría de la evolución y aprobando de forma diferenciada nuevos ámbitos de investigación, como el de las células madre.

- Se ha desperdiciado la oportunidad de que también el Vaticano haga, finalmente, del espíritu del Concilio Vaticano II la brújula de la Iglesia católica, impulsando sus reformas.

Este último punto, estimados obispos, es especialmente grave. Una y otra vez, este Papa relativiza los textos conciliares y los interpreta de forma retrógrada contra el espíritu de los padres del concilio. Incluso se sitúa expresamente contra el concilio ecuménico, que según el derecho canónico representa la autoridad suprema de la Iglesia católica:

- Ha readmitido sin condiciones en la Iglesia a los obispos de la Hermandad Sacerdotal San Pío X, ordenados ilegalmente fuera de la Iglesia católica y que rechazan el concilio en aspectos centrales.

- Apoya con todos los medios la misa medieval tridentina y él mismo celebra ocasionalmente la eucaristía en latín y de espaldas a los fieles.

- No lleva a efecto el entendimiento con la Iglesia anglicana, firmado en documentos ecuménicos oficiales (ARCIC), sino que intenta atraer a la Iglesia católico-romana a sacerdotes anglicanos casados renunciando a aplicarles el voto de celibato.

- Ha reforzado los poderes eclesiales contrarios al concilio con el nombramiento de altos cargos anticonciliares (en la Secretaría de Estado y en la Congregación para la Liturgia, entre otros) y obispos reaccionarios en todo el mundo.

El Papa Benedicto XVI parece alejarse cada vez más de la gran mayoría del pueblo de la Iglesia, que de todas formas se ocupa cada vez menos de Roma y que, en el mejor de los casos, aún se identifica con su parroquia y sus obispos locales.

Sé que algunos de vosotros padecéis por el hecho de que el Papa se vea plenamente respaldado por la curia romana en su política anticonciliar. Esta intenta sofocar la crítica en el episcopado y en la Iglesia y desacreditar por todos los medios a los críticos. Con una renovada exhibición de pompa barroca y manifestaciones efectistas cara a los medios de comunicación, Roma trata de exhibir una Iglesia fuerte con un "representante de Cristo" absolutista, que reúne en su mano los poderes legislativo, ejecutivo y judicial. Sin embargo, la política de restauración de Benedicto ha fracasado. Todas sus apariciones públicas, viajes y documentos no son capaces de modificar en el sentido de la doctrina romana la postura de la mayoría de los católicos en cuestiones controvertidas, especialmente en materia de moral sexual. Ni siquiera los encuentros papales con la juventud, a los que asisten sobre todo agrupaciones conservadoras carismáticas, pueden frenar los abandonos de la Iglesia ni despertar más vocaciones sacerdotales.

Precisamente vosotros, como obispos, lo lamentaréis en lo más profundo: desde el concilio, decenas de miles de obispos han abandonado su vocación, sobre todo debido a la ley del celibato. La renovación sacerdotal, aunque también la de miembros de las órdenes, de hermanas y hermanos laicos, ha caído tanto cuantitativa como cualitativamente. La resignación y la frustración se extienden en el clero, precisamente entre los miembros más activos de la Iglesia. Muchos se sienten abandonados en sus necesidades y sufren por la Iglesia. Puede que ese sea el caso en muchas de vuestras diócesis: cada vez más iglesias, seminarios y parroquias vacíos. En algunos países, debido a la carencia de sacerdotes, se finge una reforma eclesial y las parroquias se refunden, a menudo en contra de su voluntad, constituyendo gigantescas "unidades pastorales" en las que los escasos sacerdotes están completamente desbordados.

Y ahora, a las muchas tendencias de crisis todavía se añaden escándalos que claman al cielo: sobre todo el abuso de miles de niños y jóvenes por clérigos -en Estados Unidos, Irlanda, Alemania y otros países- ligado todo ello a una crisis de liderazgo y confianza sin precedentes. No puede silenciarse que el sistema de ocultamiento puesto en vigor en todo el mundo ante los delitos sexuales de los clérigos fue dirigido por la Congregación para la Fe romana del cardenal Ratzinger (1981-2005), en la que ya bajo Juan Pablo II se recopilaron los casos bajo el más estricto secreto. Todavía el 18 de mayo de 2001, Ratzinger enviaba un escrito solemne sobre los delitos más graves (Epistula de delitos gravioribus) a todos los obispos. En ella, los casos de abusos se situaban bajo el secretum pontificium, cuya vulneración puede atraer severas penas canónicas. Con razón, pues, son muchos los que exigen al entonces prefecto y ahora Papa un mea culpa personal. Sin embargo, en Semana Santa ha perdido la ocasión de hacerlo. En vez de ello, el Domingo de Ramos movió al decano del colegio cardenalicio a levantar urbi et orbe testimonio de su inocencia.

Las consecuencias de todos estos escándalos para la reputación de la Iglesia católica son devastadoras. Esto es algo que también confirman ya dignatarios de alto rango. Innumerables curas y educadores de jóvenes sin tacha y sumamente comprometidos padecen bajo una sospecha general.

Vosotros, estimados obispos, debéis plantearos la pregunta de cómo habrán de ser en el futuro las cosas en nuestra Iglesia y en vuestras diócesis. Sin embargo, no querría bosquejaros un programa de reforma; eso ya lo he hecho en repetidas ocasiones, antes y después del concilio.

Sólo querría plantearos seis propuestas que, es mi convicción, serán respaldadas por millones de católicos que carecen de voz.

1. No callar: en vista de tantas y tan graves irregularidades, el silencio os hace cómplices. Allí donde consideréis que determinadas leyes, disposiciones y medidas son contraproducentes, deberíais, por el contrario, expresarlo con la mayor franqueza. ¡No enviéis a Roma declaraciones de sumisión, sino demandas de reforma!

2. Acometer reformas: en la Iglesia y en el episcopado son muchos los que se quejan de Roma, sin que ellos mismos hagan algo. Pero hoy, cuando en una diócesis o parroquia no se acude a misa, la labor pastoral es ineficaz, la apertura a las necesidades del mundo limitada, o la cooperación mínima, la culpa no puede descargarse sin más sobre Roma. Obispo, sacerdote o laico, todos y cada uno han de hacer algo para la renovación de la Iglesia en su ámbito vital, sea mayor o menor. Muchas grandes cosas en las parroquias y en la Iglesia entera se han puesto en marcha gracias a la iniciativa de individuos o de grupos pequeños. Como obispos, debéis apoyar y alentar tales iniciativas y atender, ahora mismo, las quejas justificadas de los fieles.

3. Actuar colegiadamente: tras un vivo debate y contra la sostenida oposición de la curia, el concilio decretó la colegialidad del Papa y los obispos en el sentido de los Hechos de los Apóstoles, donde Pedro tampoco actuaba sin el colegio apostólico. Sin embargo, en la época posconciliar los papas y la curia han ignorado esta decisión central del concilio. Desde que el papa Pablo VI, ya a los dos años del concilio, publicara una encíclica para la defensa de la discutida ley del celibato, volvió a ejercerse la doctrina y la política papal al antiguo estilo, no colegiado. Incluso hasta en la liturgia se presenta el Papa como autócrata, frente al que los obispos, de los que gusta rodearse, aparecen como comparsas sin voz ni voto. Por tanto, no deberíais, estimados obispos, actuar sólo como individuos, sino en comunidad con los demás obispos, con los sacerdotes y con el pueblo de la Iglesia, hombres y mujeres.

4. La obediencia ilimitada sólo se debe a Dios: todos vosotros, en la solemne consagración episcopal, habéis prestado ante el Papa un voto de obediencia ilimitada. Pero sabéis igualmente que jamás se debe obediencia ilimitada a una autoridad humana, solo a Dios. Por tanto, vuestro voto no os impide decir la verdad sobre la actual crisis de la Iglesia, de vuestra diócesis y de vuestros países. ¡Siguiendo en todo el ejemplo del apóstol Pablo, que se enfrentó a Pedro y tuvo que "decirle en la cara que actuaba de forma condenable" (Gal 2, 11)! Una presión sobre las autoridades romanas en el espíritu de la hermandad cristiana puede ser legítima cuando estas no concuerden con el espíritu del Evangelio y su mensaje. La utilización del lenguaje vernáculo en la liturgia, la modificación de las disposiciones sobre los matrimonios mixtos, la afirmación de la tolerancia, la democracia, los derechos humanos, el entendimiento ecuménico y tantas otras cosas sólo se han alcanzado por la tenaz presión desde abajo.

5. Aspirar a soluciones regionales: es frecuente que el Vaticano haga oídos sordos a demandas justificadas del episcopado, de los sacerdotes y de los laicos. Con tanta mayor razón se debe aspirar a conseguir de forma inteligente soluciones regionales. Un problema especialmente espinoso, como sabéis, es la ley del celibato, proveniente de la Edad Media y que se está cuestionando con razón en todo el mundo precisamente en el contexto de los escándalos por abusos sexuales. Una modificación en contra de la voluntad de Roma parece prácticamente imposible. Sin embargo, esto no nos condena a la pasividad: un sacerdote que tras madura reflexión piense en casarse no tiene que renunciar automáticamente a su estado si el obispo y la comunidad le apoyan. Algunas conferencias episcopales podrían proceder con una solución regional, aunque sería mejor aspirar a una solución para la Iglesia en su conjunto. Por tanto:

6. Exigir un concilio: así como se requirió un concilio ecuménico para la realización de la reforma litúrgica, la libertad de religión, el ecumenismo y el diálogo interreligioso, lo mismo ocurre en cuanto a solucionar el problema de la reforma, que ha irrumpido ahora de forma dramática. El concilio reformista de Constanza en el siglo previo a la Reforma acordó la celebración de concilios cada cinco años, disposición que, sin embargo, burló la curia romana. Sin duda, esta hará ahora cuanto pueda para impedir un concilio del que debe temer una limitación de su poder. En todos vosotros está la responsabilidad de imponer un concilio o al menos un sínodo episcopal representativo.

La apelación que os dirijo en vista de esta Iglesia en crisis, estimados obispos, es que pongáis en la balanza la autoridad episcopal, revalorizada por el concilio. En esta situación de necesidad, los ojos del mundo están puestos en vosotros. Innumeradas personas han perdido la confianza en la Iglesia católica. Para recuperarla sólo valdrá abordar de forma franca y honrada los problemas y las reformas consecuentes. Os pido, con todo el respeto, que contribuyáis con lo que os corresponda, cuando sea posible en cooperación con el resto de los obispos; pero, si es necesario, también en solitario, con "valentía" apostólica (Hechos 4, 29-31). Dad a vuestros fieles signos de esperanza y aliento y a nuestra iglesia una perspectiva.

Os saluda, en la comunión de la fe cristiana, Hans Küng.



5.04.2010

Diario El País.



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