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martes, 30 de julio de 2013

Ejercicios Espirituales (Henry Monroy)



Cuando San Ignacio vive la experiencia de los Ejercicios Espirituales no se imaginó que con ellos cambiaba su vida, y la vida de muchos ejercitantes que los viviríamos a lo largo de la historia. Cuando viví un mes en silencio, en un ambiente personal, en compañía de Dios, no pensé que también cambiaría mi vida…

La espiritualidad ignaciana, puedo decirlo, tiene como característica principal, la liberación de la persona humana, a través del discernimiento. Por ello afirma el mismo San Ignacio en el texto de los Ejercicios, numeral 21: “Ejercicios Espirituales para vencer a sí mismo y ordenar su vida. Sin determinarse por afección alguna que desordenada sea”[1]

Estas palabras me han permitido entrar en mi propia vida, teniendo en cuenta aquellos aspectos de la misma que he tenido que ordenar. Claro, los Ejercicios no son una “barita mágica”, pero al entrar en el proceso de discernimiento y de conocimiento personal, puedo descubrir aquellos aspectos de mi vida que he tenido que ordenar. Recuerdo lo mucho que cambió el derrotero de mi vida cuando hice el mes de Ejercicios, y la sensibilidad ante la realidad que logré encontrar en mí. Vi, ante mí, un camino seguro, una vocación a la liberación de los demás a través de la transmisión de conocimientos, a través de la educación.

Pero, en definitiva, este proceso no sería verídico si no estuviera acompañado por la “quinta semana”: la vida ordinaria. San Ignacio descubrió en los Ejercicios aquello a lo que era llamado, pero en su vida se encontró con dos experiencias que lo marcaron: la primera fue en el Cardoner y la segunda en la Storta. En cada una de ellas Dios se manifestó en la Vida de Ignacio, para mostrarle un camino y para confirmarle su misión: puesto con el Hijo.

Así, los Ejercicios han propiciado en mi vida corriente ese encuentro con Dios Padre, quien se hace presente para confirmar mi vocación de hijo, puesto con los demás. Aunque claro, desde mis propias virtudes y defectos, el camino no ha sido fácil. Me encuentro más bien en el proceso de “caminante”, de apertura a la voluntad de Aquél que me sigue llamando y que se sigue encontrando conmigo, mostrándome su “Amor y su Gracia”. Sin embargo, uno de los frutos más significativos que me han ayudado es encontrarme con mi consigna. Esta la he podido vivir y plenificar especialmente en momentos en los que me he sentido cansado y desesperado, pero con deseos de seguir adelante. En mi consigna Dios me sigue hablando, me sigue sosteniendo y me sigue guiando. Sé que es mi fuente de estabilidad y potencia mis actitudes.

Por otro lado, la experiencia de los Ejercicios va creando la conciencia de que este mundo puede ser diferente, o al menos puede verse diferente. Para San Ignacio, esta diferencia se posibilita a través de su conclusión, la Contemplación para alcanzar amor, contenida en la cuarta semana. Él escribió en el segundo preámbulo: “pedir conocimiento interno de tanto bien recibido, para que yo, enteramente reconociendo, pueda en todo amar y servir a su divina majestad” (134). Al reconocer tantos dones recibidos, he comprendido la importancia de la conexión que existe entre el género humano, Dios y el resto de la creación. Los pueblos indígenas comprendían mejor esta relación, ya que ellos aprendían desde la creación y se sometían a ella, respetándola e incluso viendo sus manifestaciones como dioses. La creación y el reconocimiento de Dios en todo, me hace descubrir lo mucho que tengo que aprender de ella.

El amor, dijo Ignacio, se descubre más en las obras que en las palabras, y son estas primeras las que han de definirme. Pero, como expresaba en líneas anteriores, son aspectos donde asumo mi propio crecimiento y en donde reconozco mi necesidad de crecimiento.

Otro aspecto significativo de mi relación con los Ejercicios ha sido el examen, lo que da pie a los Ejercicios. El examen está vinculado con el acompañamiento. Examen y acompañamiento son, en definitiva, la base del discernimiento. Al tener en cuenta las posibilidades, el discurso a aquél que está en el momento de la muerte, o aquél que no conozco: pero que deseo que elija la perfección en el seguimiento de la voluntad de Dios (Cfr. 113, 114), cuando examino el día o la oración, se hace comprensible el acompañamiento. Este, desde mi experiencia actual, puede darse desde la escucha y desde el diálogo, donde la relación entre acompañante y acompañado es de un encuentro y una invitación a un habérselas con la realidad, ya que, por la naturaleza del contexto en que me encuentro, se hace importante la vivencia diaria y la capacidad para llevar la vida a la oración y la oración a la vida.

De esta forma, el examen, mismo que me permite descubrir este proceso en espiral, es decir, que me regresa al tiempo de oración y de cotidianidad, y me hace verlos con otros ojos, se convierte en una herramienta útil para asimilar el paso de Dios y de los demás en mi propia experiencia de vida, y, por qué no decirlo, mi paso por la vida de otros y otras.

Por último, al revisar mi relación con la experiencia espiritual de San Ignacio y con la pedagogía, me alegra conocer el Paradigma Pedagógico Ignaciano –PPI– con sus cinco elementos: contexto, experiencia, reflexión, acción y evaluación. Es decir, el recorrido de la espiritualidad ignaciana aplicado a la educación, tomando en cuenta el tanto cuanto, la mayor gloria de Dios y lo tiempos lugares y personas, ya que el PPI antes de imponerse, pone en el centro del proceso de liberación personal y académico al “acompañado”, al alumno. Por eso busca la liberación y el desarrollo de la persona a través de la virtud y de las letras, del espíritu y la ciencia. El PPI, antes de llegar a la reflexión de determinado contenido, enseña a reflexionar el contexto del mismo, así como el del estudiante. Invita a ver su experiencia, para hacer que el aprendizaje sea significativo. Le invita a realizar una acción, para asumir un compromiso. Y, por último se da la evaluación, para asimilar el conocimiento, para regresar a los otros elementos del PPI y para tomar conciencia de los contenidos que se han aprendido.

El PPI genera creatividad por parte del profesor e interés por parte de los alumnos, los une en un proceso de enseñanza aprendizaje, donde todos los conocimientos previos son importantes para construir nuevos. El alumno, comprendo, es capaz de desarrollar habilidades que le permitan sentirse libre y asumir nuevos retos, le hace también manejar ciertas competencias que ayudan a que los alumnos accedan con nuevos ojos y con nuevas perspectivas, a la aplicación de los conocimientos, teniendo en cuenta la interiorización de los principios cristianos. 

Así, el PPI, se convierte en una herramienta necesaria para lograr el principio ignaciano de no el mucho saber harta y satisface el alma, sino el saber gustar y sentir las cosas internamente. 

En conclusión, puedo afirmar que la aplicación cotidiana de la espiritualidad ignaciana, vivida en un retiro, permite realizar a la persona como hijo de Dios, llamado al servicio, puesto con el hijo y, que a través de este llamado, desde el amor, puede desarrollarse la educación ignaciana, la cual busca que los procesos pedagógicos estén al servicio de los alumnos, quienes buscan adentrarse en los conocimientos para después ser puestos al servicio de los demás.

A.M.D.G.


_________________________________
[1] De Loyola, Ignacio. Ejercicios Espirituales. Introducción, textos, notas por Cándido de Dalmases, SI. Sal Terrae. Tercera edición, 1990. España. P. 53. De aquí en adelante, los número entre paréntesis corresponden al número de página en la cual se encuentra la cita.
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martes, 16 de julio de 2013

El tocador de mi Madre (Fabiola Meléndez)

La muerte es una experiencia que, quierase o no, atravesaremos todos y todas, alguna vez. Y es a través de este espacio que deseamos darle un momento de reflexión a esa experiencia tan humana y tan dolorosa, pero llena de aprendizaje: el luto. Estas líneas que se exponen a continuación, expresarán el proceso vivido, hasta hoy, por una hija deseosa de encontrarse con su madre, a través del recuerdo. Qué esta experiencia nos haga cada vez más comprometidos con la vida y sus causas, pues, morir es volver a nacer en el recuerdo.


Estoy aquí, en la habitación de Gloria Marina Contreras, mi madre. Hace unos días se ha marchado hacia el infinito. El viernes de su muerte, la escuché cantar entre los árboles y las nubes, su voz era fresca y ágil, como cascada de montaña, volaba sin parar y a su paso alborotaba el viento, las hojas y los pájaros juguetones. 

Digo que la habitación está vacía, pero, no es cierto, hay tanto de ella aquí, que me parece que pronto la veré frente al ropero, eligiendo un vestido luminoso para ir a trabajar o que estará allí, frente al espejo, su rincón favorito, contemplando su sensual belleza morena. Parece que se ha ido, pero siento que aún sigue aquí. Su tocador, altar de su feminidad, permanece intacto. De cedro, madera privilegiada, barnizado y abundante es una oda a la creatividad. Desde aquí, día tras día, mi madre se reinventaba, era la misma, pero siempre nueva: ojos voraces, prendas ligeras; mejías encendidas, vestidos pálidos y elegantes, luces, contrastes de niña inocente y mujer perspicaz.


Su tocador sigue intacto; a un lado los productos de limpieza personal: cremas para el cabello, astringentes, refrescantes, neutralizadores, perfumes; y al otro, una minuciosa colección de colores, tonalidades y sabores: bases maquilladoras, coloretes, sombras para ojos, delineadores, rímel, lápices de labios, brillos. En medio, sus joyeros, llenitos de collares, aretes e ilusiones. Collares para té, collares para playa, para la suerte, para la oficina, aretes para vestir, aretes informales y para recepciones. Es que el mundo está lleno de tantas cosas bellas, que no alcanzan los días para poderlas lucir todas, para caminar por allí, moviendo el piso y sentir en la espalda las curiosas miradas de los demás: miradas de admiración, de adoración, de perplejidad, de afecto y hasta de envidia.

El tocador de Marinita, un regalo de ella misma para sí. Un merecido obsequio de autoafirmación e independencia. Un presente, hoy que se puede. Ahora que puede darse el lujo de tener “algo propio”, hoy que ya no vive, gracias a su esfuerzo, en el “mesón”, donde se hacía cola hasta para ir al baño. Ahora que ya es grande y fuerte; y que no tiene que deambular, por allí, solicitando la ayuda de un padre ausente que no se presentó a darle su apellido, ni su amor.

Gloria Marina Contreras,  es Contreras, como su madre, Chusita Contreras, es feliz viéndose en el espejo de su hermoso tocador. Cada mañana decora sus mejillas, prende en ellas retazos del amanecer, colorea sus ojos con los inocentes tonos del aura boreal, incendia sus labios de carmesí, y huele a nueces y a mieles. Al terminar este acto de creatividad, sonríe animosa y se marcha férrea a transformar la realidad en la que vive. Gloria Marina es maestra, por vocación, y cree, sobre todas las cosas, que sólo la educación será capaz de traernos justicia y paz.


En la habitación, Gloria Marina Contreras está más presente que nunca, todo habla de su presencia, especialmente el sabio tocador, su espejo me devuelve la sonrisa de mi madre, satisfecha me marcho al mundo, en el que todavía estoy creciendo… 
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lunes, 1 de julio de 2013

“La Dynamis Femenina” (Francisco Castillo)

Motor en la evangelización Latinoamericana

Introducción: Una de las notas esenciales que caracterizan a la Iglesia Católica y específicamente a la Iglesia que camina en el continente Latinoamericano es la Evangelización. Hablar de evangelización es hablar de la Buena Noticia que un día Jesús de Nazaret predicó en la Palestina de hace dos mil años atrás. Al mismo tiempo, evangelizar recuerda la última invitación y exigencia que el Resucitado les hace a los Apóstoles: “Vayan, pues, y hagan que todos los pueblos sean mis discípulos” (MT 28, 19) De lo anterior se puede afirmar que pregonar y anunciar el Evangelio es exigencia para los seguidores y seguidoras de Jesucristo.

Pero también hablar de evangelización es hablar de los y las evangelizadores, de aquellos hombres y mujeres que, sintiéndose profundamente apasionados por el Reino de Dios que predicó, vivió y por el cual murió Jesús de Nazaret, lo siguen pregonando y anunciando a toda la humanidad. A lo largo de la historia de la Iglesia Católica, evangelizar se ha vuelto tarea, exigencia y necesidad. Tanto que así, evangelizando, se “descubre el continente americano”, pues evangelizar fue el “motor y objetivo” de la colonización del continente.

En este artículo deseo centrarme en el papel de las evangelizadoras, esas mujeres que antes y después del Concilio Vaticano II han sido y siguen siendo, las promotoras fundamentales del evangelio de Jesús de Nazaret y la edificación de la Iglesia en estas tierras  latinoamericanas. Pretendo centrarme en las mujeres, ya que son ellas las primeras evangelizadoras, las que introducen a los futuros cristianos en la vivencia de la fe y la pertenecía a la Iglesia.

Existe un porque fundamental de este artículo: las mujeres evangelizadoras latinoamericanas, que son madres, esposas, trabajadoras y líderes de las comunidades cristianas diseminadas por todo el continente surgen preguntas fundamentales ¿de dónde sacan tanta fuerza para cumplir a cabalidad y con mucho empeño semejantes roles? ¿qué las mueve y de dónde surge esta Dynamis femenina?, fuerza que es capaz de parir vida y parir fe. Este será el hilo fundamental que guiará este camino.

1. La mujer como primera evangelizadora.
“La primera vez que escuche hablar de Dios, Jesús y la Iglesia fue en boca de mi Madre” Esta frase es muy común escucharla en todos los y las cristianos del continente latinoamericano. Es casi una máxima del cristianismo continental, ya que es un rol o papel que, según la cosmovisión patriarcal le pertenece a las mujeres. Pero esta situación, que a primera vista es negativa, tiene mucho de positivo y vital. Gracias a este empeño y rol se puede ahora de hablar de las Madres como educadoras de la fe cristiana del continente.
Es más, se puede afirmar que el fenómeno religioso goza de una fuerte incidencia femenina: “muchas de las religiones tribales, de sociedades primitivas, o las religiones politeístas, de un modo general, presentan una fuerte incidencia del elemento femenino”[1]. A esto hay que añadir que las mujeres constituyen la mayoría cuantitativa de las Iglesias.

En el caso del catolicismo de El Salvador, un “50.4 % de la población se confiesa católico”[2] y las mujeres son más de la mitad y las madres de la otra mitad de ese porcentaje. “Las mujeres constituyen la gran mayoría de los cristianos comprometidos en América Latina y han sido, de hecho, agentes primordiales en la edificación de las iglesias locales”[3] Se puede decir que el papel evangelizador de las mujeres latinoamericanas ha sido importante y destacado.

Pero, ¿porqué se dice que las mujeres son las primeras educadoras de la fe? Volviendo a la frase con que se inicia este apartado, se puede casi que afirmar que son las mujeres las que ejercen el papel de primeras catequistas, “las madres han hecho concreto el mensaje cristiano para sus hijos desde horizontes simbólicos y éticos comprensibles”[4].

Ellas enseñan, viven y  acompañan los primeros pasos en la fe de los futuros cristianos. Es más, son ellas las que se ponen en marcha para iniciar en los sacramentos de iniciación cristiana a sus hijos. En su mayoría de veces, son las mujeres las que solicitan el Bautismo, la primera Comunión y la Confirmación para sus hijos. Ellas acompañan el proceso, de una forma activa y comprometida.
Las mujeres y madres, sobre todo, viven y practican muchos de los valores que la fe cristiana predica. La justicia, el amor, la compasión son algunas de las características que viven y practican las mujeres cristianas latinoamericanas. Esta praxis de fe y compasión se ve acompañada en muchas ocasiones, por una vivencia de la oración, de la participación en las liturgias y las celebraciones religiosas de los pueblos latinoamericanos. Se puede decir que si la familia es la “Iglesia Doméstica”[5], la madre y mujer del hogar, definitivamente es la Ministra de dicha Iglesia.

Pero este papel de evangelizadora no sólo se remite al ámbito privado de la familia, las mujeres también tienen una rica tradición evangelizadora en la Iglesia local. “Tanto en el pasado colonial como en el presente, en las parroquias, misiones y comunidades de base, ha prevalecido el trabajo pastoral de la mujer”[6]. Tanto así que debido a la escasez de ministros ordenados, las mujeres se han vuelto el centro y referencia de la experiencia religiosa de las Iglesias locales. Si el cura no llega a celebrar la misa, por lo menos las mujeres asumen el papel de rezar el rosario, hacer oraciones, visiteos de enfermos, celebrar la palabra, etc. “Las mujeres han trabajado mucho también como catequistas, animadoras de la fe, ambientadoras de espacios de culto”[7]. Se pude decir que las mujeres han logrado mantener en la fe a la mayoría de los cristianos católicos del continente, que sufren no por la escases de ministros, sino las consecuencias de una estructura jerárquica avejentada que no responde a estos tiempos.

Pero, ahí donde aparece la crisis de la iglesia jerárquica, las mujeres y su rol evangelizador, han logrado mantener y hasta proyectar una Iglesia más comunitaria, comprometida, sensible, maternal, en fin, una Iglesia más evangélica. ¿De dónde sacan esta fuerza las mujeres? Sabiendo que la institución jerárquica las menosprecia y la sociedad patriarcal las sigue manteniendo en la opresión-marginación.

2. Dynamis de la mujer en la tarea evangelizadora de la Iglesia Latinoamericana.
El papel de educadoras de la fe en la Iglesia Doméstica y de evangelizadoras en la Iglesia Local que desempeñan las mujeres de todo el continente es vital e importante para hablar y tener un continente eminentemente Cristiano. Pero, este rol es acompañando, como ya mencionamos anteriormente, con otras actividades igual de demandantes y desgastantes. Las mujeres trabajan, estudian, hacen el trabajo de la casa, pertenecen a los movimientos sociales, hay compromiso en muchas de ellas en forjar una sociedad nueva, etc. Pero, ¿cómo pueden hacer tanto? ¿De dónde sacan tanta fuerza? En este apartado se intentará responder a estas preguntas, se hará explicando la concepción bíblica que se da a la palabra “Dynamis”.

En la Biblia se habla de la fuerza de Dios, e Israel parece sentirse muy identificado con ella. Pero la “Dynamis o fuerza” en el mundo Judío representa: “al mismo tiempo que anuncia la caída final de los violentos y la promoción de los pequeños”[8]. Dicha paradoja se observa hasta en la cruz de Jesús, donde aparece la debilidad de Dios, como proclamación de que Dios es más fuerte que el hombre.

En toda la Biblia aparecen muchas ideas sobre la Dynamis o fuerza divina que se pueden caracterizar en tres modos o formas de interpretar. La primera de estas es entender la fuerza de los elegidos de Dios: “el israelita sueña con la fuerza porque sueña con imponerse en forma duradera al mundo que le rodea”[9].  Aquí se puede recordar el ejemplo de “David y Goliat” (1 Sa 17, 45). Puesto que se trata de imponerse al exterior al enemigo, ser fuerte significa, en realidad, en esta característica, “ser más fuerte que”[10]. La segunda idea es entender la fuerza al servicio de Dios, “si Israel sueña con la fuerza, lo hace con miras a realizar el plan de Dios”[11] y recordar a la alianza y la promesa de la tierra es fundamental en esta interpretación. Así se comprenderá la “conquista que hace Josué de la tierra de Canaán” (Jos 1, 6). La tercera idea es entender la fuerza en la debilidad:  “el hombre no posee en sí mismo la fuerza que pueda proporcionarle la salvación”[12], ya que, “no es la muchedumbre de los ejércitos la que salva al rey” (Sal 33, 16s). En esta confesión es importante subrayar que la fuerza que viene de Dios es para quien está a su servicio. “Si hace al hombre fuerte es para que cumpla su voluntad y realice su designio” (Sal 41, 10; 2Cor 13, 8). En esta última interpretación que los judíos hacen de la fuerza, emerge la figura del “siervo sufriente” (Isa. 53, 3). “Halla su gloria en la exaltación de su siervo que, desechado por la sociedad, se niega a defenderse por sus propias fuerzas y solo espera la salvación de Dios”[13]. En la muerte y resurrección de Jesús podemos encontrar un vivo ejemplo de esta fuerza en la debilidad, ya que, esta experiencia manifiesta la potencia de Dios que nace en la debilidad.

Recapitulando: para el mundo bíblico, la Dynamis es comprendida como fuerza de los elegidos de Dios, fuerza que está al servicio de Dios y fuerza que se manifiesta en la debilidad. Ideas que retoma Pablo de Tarso e intenta otorgarle al Evangelio la connotación de Dynamis divino: “Como ven, no me avergüenzo del Evangelio. Es una Fuerza de Dios y Salvación para los que creen” (Rm 1, 16). Para Pablo, “la Dynamis pertenece al ser de Dios y, a diferencia de la visión helenista en la que las divinidades y los héroes demuestran su fuerza divina en determinados actos prodigiosos, según la fe judía y veterotestamentaria, la Dynamis de Yahvé se demuestra en sus acciones salvífico-históricas”[14]. La fuerza de Dios no se manifiesta en lo sobrenatural, sino en lo histórico. Ahí donde la vida se ve amenazada emerge la fuerza de Dios, como defensora de la vida. Es más, en toda la obra Paulina se entiende el evangelio como Dynamis que se manifiesta en la debilidad, es decir, “proclamar al Crucificado como fuerza y sabiduría de Dios”[15]. Es reconocer en la debilidad y en lo débil, la presencia real y portentosa de  Dios. Esta interpretación será locura y escándalo para los sabios y poderosos.

Podemos concluir esta interpretación de la Dynamis viendo en el “evangelio de Dios es, en cuanto a contenido, el mensaje en el que se desvela el acontecimiento de la justicia de Dios como justicia de la fe. Cristología y soteriología son una sola cosa: la Dynamis del Resucitado”[16]. La fuerza, en último término, es la infinita fuerza del amor de Dios que se vuelve a los injustos y los salva.

3. Partera de vida – Partera de Fe.
Después de haber hecho una pequeña interpretación exegética de la palabra Dynamis en el mundo bíblico, es importante para este trabajo, aplicar dicha categorización en las mujeres evangelizadoras del continente latinoamericano.

Si una de las intuiciones fundamentales de la “Teología Feminista Latinoamericana”[17] fue, en sus inicios, la “feminización de los conceptos teológicos”[18] donde se pretende  feminizar los conceptos teológicos que permanecían con un matiz eminentemente patriarcal, lo que se hará es, a la luz de esta nueva óptica, ver la Dynamis femenina, ya que, son las mujeres las madres de la fe latinoamericana.

La Dynamis femenina como fuerza vital. Las mujeres cristianas latinoamericanas siempre se han destacado en todos los ámbitos en que se desenvuelven (privado y público), con una fuerza de vida increíbles. Ellas, muchas veces, hacen de padre y madre al ser abandonadas por sus irresponsables maridos, ellas desempeñan, con gran mérito, los escasos cargos o servicios públicos a los que tienen acceso. Su vitalidad se observa al ser no sólo competentes en lo intelectual y académico, sino también en lo manual y físico. No hay duda que su fuerza motriz es mucho más energética que la de sus pares masculinos.
Esta fuerza vital también se observa en su capacidad de engendrar, cuidar y desarrollar la vida de sus hijos, ellas son los pilares donde se fundamenta la familia. Sin ellas el hogar no es igual, y tanto los hijos e hijas, descubren en su ternura y carácter una Dynamis partera de vida y de fe, ya que son las primeras en vincularse con los nuevos seres humanos, en el embarazo, y son ellas las primeras en propiciar los espacios para la educación y modelaje de la fe.

La Dynamis femenina como fuerza corporal. Si ellas con capaces de engendrar, desarrollar, educar y amar a sus hijos, no hay duda que su capacidad física es superior a la de los hombres. Ellas muchas veces les toca trabajar hasta altas horas de la noche por sus hijas e hijos. Aún enfermas asumen sus compromisos en defensa de sus seres amados. Muchas de ellas trabajan para ganar el sustento y llegan cansadas a sus hogares y ahí también tienen mucho que hacer. Si tienen compromisos en la comunidad eclesial o parroquia, ellas tienen que levantarse temprano para dejar la casa “en orden y con alimento”, lo hacen para ser luz en la casa y luz en la calle. Ellas asumen su compromiso eclesial al doble de los hombres. Si  esta capacidad y fuerza corporal, no es capaz de parir vida y fe, ¿Qué lo será?

La Dynamis femenina como fuerza servicial. Al ser mujeres, madres, esposas, evangelizadoras, etc., las mujeres latinoamericanas representan una fuerza social sin precedentes. Ellas son portadoras de una nueva forma de organización social: la vida como servicio. Recordando a Jesús de Nazaret y su idea de servicio, no se encuentra mejor ejemplo que las mujeres. Ellas sirven a sus hijos, esposos, la familia, la iglesia y sociedad (no solamente por sumisión)[19]. Su fuerza en el servicio desinteresado, es forjador de nuevos paradigmas, de nuevos enfoques en el servicio a los demás. Su fuerza en el servicio es partera de vida y de fe, ya que están haciendo vida el “ideal evangélico del servicio”. (MT 20, 28)

La Dynamis femenina como fuerza Espiritual. Si hay algo que a la mujer latinoamericana caracteriza es su ser orantes, místicas y espirituales. Ellas buscan momentos concretos para entablar sus diálogos con Dios. Se levantan por la madrugada (ya que a veces es el único momento que tienen) buscan espacios entre actividades para la lectura de la Palabra de Dios o de libros de espiritualidad,  buscan espacios para preparar las reuniones de la comunidad de base, la catequesis, o incluso cuando compran en el mercado, siempre piensan en la manera de como comprar más barato para ayudar a que la venta del fin de semana sea productiva, y que servirá para que a la Iglesia le sea más provechosa, económicamente hablando. Solamente es capaz de llevar semejante carga, alguien que está en íntima relación con el Dios de Jesús. La espiritualidad de las mujeres latinoamericanas es una espiritualidad inmersa en la vida cotidiana no está separada de la realidad. Si ellas no son místicas, ¿Quién podrá serlo? Su espiritualidad solamente es capaz de generar vida y fe.

La Dynamis femenina como fuerza en la debilidad. Aunque suene a paradoja, la mayor fuerza de las mujeres latinoamericanas se da en la debilidad. Pero aquí se entenderá esta debilidad como el amor. Es el amor lo que hace que las mujeres latinoamericanas sean capaces que en medio de tanta opresión, injusticia, discriminación y patriarcalismos,  apuesten por la vida. Su debilidad se vuelve su fuerza-amor por la vida. Como querer vivir una vida así, pues solo viéndola en clave de liberación. Ellas, las mujeres cristianas latinoamericanas, en diferencia de sus pares feministas del primer mundo, ven en el amor la clave de trasformación de esta sociedad tan arcaicamente patriarcal. Saben que sólo el “amor es digno de Fe”[20]. Su ternura, su pasión por sus hijos, su lealtad al esposo o compañero de vida, solamente tienen sentido si hay amor. ¿De qué sirven luchas reivindicativas (justas), pero que sólo pretenden el empoderamiento de la mujer en detrimento de los hombres? Eso es opresión. Y ellas no desean transformarse en sus antagónicos, ellas pretenden una verdadera revolución, una autentica reivindicación, una sociedad en igualdad. Solamente alguien capaz de amar será capaz de parir una vida y una fe capaz de semejante utopía.

Concluyendo con este aparatado, podemos afirmar que las mujeres cristianas latinoamericanas, ejemplifican y viven e ideal de la Dynamis bíblica. Ellas se sienten portadoras de la fuerza de las elegidas de Dios, como María en el magnificat (LC 1, 46 – 55), ellas, al defender la vida y la dignidad de sus hijos y sus familias, se trasforman en las nuevas caudillas de la voluntad de Dios. Si una característica de la Dynamis es el servicio a Dios, son las mujeres las mayores promotoras de la fe y de la justicia en este continente. Ellas han hecho de lo político y de lo religioso una sola trinchera, sabiendo que la sociedad nueva nacerá en la medida que la fe sea promotora de Justicia. Y sobre todo, si la Dynamis de Dios se manifiesta en la debilidad, son las mujeres las mejores representantes de la debilidad de Dios. “Dios es amor” (1Jn 4, 16) y el amor es una nota constitutiva de  la feminidad[21], su ternura, su pasión y su calor de madres, esposas, activistas, profesionales, mártires, etc., ahí nacerá la sociedad sin divisiones, económicas, culturales, religiosas, etc. En fin solo en el amor comprometido con la Justicia, será capaz de germinar el Reinado de Dios.


Conclusión: Si algo podemos concluir, con este sencillo artículo, es que la fe cristiana del continente latinoamericano tiene como sujeto evangelizador a las mujeres. Son ellas las que han logrado hacer vida el llamado de Jesús de “ir por todo el mundo y proclamar el evangelio”. Ellas representan a más de la mitad de las y los católicos del mundo y como dice Leonardo Boff: “son más de la mitad y son madres de la otra mitad”. Definitivamente la Iglesia Latinoamericana tiene una deuda con estas grandes mujeres. Podemos decir que la fe cristiana de nuestro continente es una fe matriarcal.
Pero, en este empeño por reconocer este papel de las mujeres en la evangelización del continente, descubrimos que su capacidad de servicio y de evangelización nace de la Dynamis que el Dios, Padre y Madre de nuestro  Señor Jesucristo, ha depositado en todo el género humano, pero que, gracias a su apertura al espíritu de Yahvé, ellas se ven inundadas por esa pasión por la vida que muchas veces los hombres ignoran.

La Dynamis evangelizadora en las mujeres latinoamericanas tiene dos connotaciones fundamentales: es “Partera de Vida”, generadora de vida no solo biológica, sino también de vida digna, de vida en justicia, en fraternidad, en amor. Su fuerza trasborda los límites del bien personal y llegan a buscar el bien del otro, el bien mayor. También, la Dynamis femenina es “Partera de Fe”, son las primeras educadoras en la fe cristiana, en ellas se observa más coherencia en la vida y en la práctica de los valores cristianos. Y sobre todo, ellas viven el amor desinteresado por los suyos y su comunidad.  Esta capacidad de amar las lleva de ser débiles a fuertes, de ser sensibles a sensibilizar, de implantar dulzura, sencillez, alegría y vitalidad. Se puede decir que en ellas el amor de Dios es más efectivo y evidente.

Para concluir estas ideas, sobre las mujeres como parteras de vida y de fe, las podemos resumir en una sola idea. La Dynamis evangelizadora de las mujeres latinoamericanas es “PARTERA DE HUMANIDAD”  su fuerza en la debilidad es la forjadora de nueva humanidad, esa que tanto soñó Jesús de Nazaret, José Comblin, Hélder Camara, Ita Ford, Óscar Romero, etc. Esa humanidad nueva que en este continente está marcado por la sangre de nuestras y nuestros Mártires.

Humanidad que no tendrá dolor ni llanto, porque el mal habrá sido derrotado. ¿Cómo se logra esto?, pues, viviendo el amor, creyéndole a Jesús que el amor es la clave fundamental para la reconciliación de la humanidad. Claro está de sobra decir que no es un amor ahistórico y sin implicaciones políticas, económicas, sociales y culturales. Pero si en realidad, la Dynamis que da el evangelio se manifiesta en la total negación de la vida (Cruz de Jesús), y en la total reconciliación de Dios con la Humanidad (Resurrección de Cristo), ahí están las primeras y mayores testigas de la esperanza cristiana, las Mujeres, que con su Dynamis- agápico, están listas y dispuestas a la voluntad del Señor.


[1] Cfr. BINGEMER, M. C. L. La mujer en la Iglesia de Brasil. Concilium (Estella) 2002. Pág. 440.
[2] IUDOP. Instituto Universitario de Opinión Pública, UCA. Año XXIV, No 4. 2009.
[3] Cfr. BIDEGAIN, A.M.; BINGEMER, M. C. L., La matrística latinoamericana: empieza a reconocerse?  Concilium (Estela) 2009. Pág. 103.
[4] Ídem. Pág.103.
[5] Catecismo de la Iglesia Católica. 1655-1658
[6] Cfr. BIDEGAIN, A.M.; BINGEMER, M. C. L., La matrística latinoamericana: empieza a reconocerse?  Concilium (Estela) 2009. Pág. 103.
[7] Idem. Pág. 103.
[8] Cfr.Tourelle R.  Diccionario de términos Bíblicos y Teologicos. Ediciones Paulinas. Madrid España. 1992. Pág. 310.
[9] Ídem. Pág. 311.
[10] Ídem. Pág. 311.
[11] Ídem. Pág. 312.
[12] Ídem. Pág. 312.
[13] Ídem. Pág. 312.
[14] Cfr. Wilckens, U. La Carta a los Romanos. Romanos 1 – 5. Ediciones Sígueme. Salamanca, España. 1997. Pág. 108.
[15] Ídem. Pág. 109.
[16] Ídem. Pág. 119.
[17] Se refiere al movimiento de mujeres teólogas, adheridas a la tradición de la Teología de la Liberación. Buscan hacer una teología con rostro, alma y con configuración de mujer, una perspectiva femenina de la teología, destacando la importancia de redescubrir las expresiones femeninas de Dios.
[18] Op. Cit. Gebara, Ivonne. En: BIDEGAIN, A.M.; BINGEMER, M. C. L., La matrística latinoamericana: empieza a reconocerse?  Concilium (Estela) 2009. Pág. 107.
[19] Reconocemos que muchas veces las mujeres se ven sometidas por la sociedad patriarcal. Pero muchas de ellas sirven con mucha alegría, disponibilidad y amor en lo que ellas se sienten identificadas. Nadie puede negar que su servicio en la Iglesia es gratuito y libre, por poner un ejemplo.
[20] HURS VON BALTHASAR.
[21] También de lo masculino, pero por el machismo reinante en el continente latinoamericano esto se ha relegado a las mujeres. 
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