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viernes, 9 de abril de 2010

Homenaje al P. Rutilio Grande SJ y Monseñor Romero. Francisco Castillo.


Pastores, Hermanos y Amigos.




Rutilio y Romero. ¿Quiénes fueron estos hombres? ¿Qué los hace ser amados e incomprendidos? ¿Qué hicieron en vida que los hace renacer después de la muerte? ¿Qué bueno pueden hacer dos salvadoreños que creían en Jesús y en el pueblo pobre? ¿Qué sentido tiene recordarlos? ¿Qué papel jugaba la fe en el Dios de Jesús para sus vidas? ¿Qué nos dicen a las nuevas generaciones?

Martirio (testimonio) palabra muy importante y vital en la tradición cristiana, palabra que significa más de lo comúnmente comprendido, palabra llena de sentido y admiración en los primeros 3 siglos del cristianismo, palabra en la que convergen la teoría y la praxis. El martirio en la primitiva Iglesia tenía un lugar fundamental en la confesión de la fe en Jesús. Recordemos que desde Jesús, los discípulos hasta los primeros cristianos, vivieron, sintieron y experimentaron en carne propia el martirio. Recordemos que la fe cristiana nace en la experiencia de la Cruz-Resurrección, experiencia vivida por el protomártir Jesús de Nazaret, ahora bien esta paradoja (cruz-resurrección) tiene dos grandes concepciones; en primer lugar, la cruz es la consecuencia que sufre Jesús, por predicar un Reino de Dios como buena noticia para los pobres; en segundo lugar, la resurrección es la intervención dignificadora- reavivadora de un Dios Padre que no es indiferente ante tanto amor y coherencia vivida por su hijo Jesús. Por lo tanto la fe cristiana nace en esta experiencia donde la muerte de Jesús nos testifica (martirio) la coherencia que deben de vivir los seguidores de Jesús, y la resurrección nos testifica (martirio) a ese Dios de la vida y de la historia que no es indiferente ante el clamor y sufrimiento de sus hijos. El martirio es confesar de una forma integral nuestra fe en Jesús y su proyecto, es la capacidad de dar nuestra vida por la causa del Reino de Dios, es la consecuencia de ser coherentes con la teoría y la praxis.


Este año celebramos el aniversario 33 del martirio del P. Rutilio Grande SJ; y el 30 aniversario del martirio de M. Romero. Y hoy, después de tanto tiempo sus vidas siguen resurgiendo, aun siguen cuestionando, aun siguen vivos. Pero ¿cuál fue el sentido último de sus vidas, que los animaba día a día a seguir adelante en su forma de vida, que los hacía tener esperanza en medio de tanta desesperanza? eso que los mantenía y al mismo tiempo no los dejaba descansar en lenguaje Evangélico se llama “Reino de Dios”. Ellos se comprometieron con un proyecto único, real, histórico y trascendente, ellos se comprometieron con el Dios de Jesús, para hacer de sus vidas una oportunidad de Dios en nuestra historia; fueron manos, pies, mente y corazón de Dios, en fin fueron sacramento histórico de un Dios que se revela como el liberador. Ellos fueron carne de Dios para recordar a todo un pueblo que los cristianos creen en un Dios encarnado Pero ellos no sólo creyeron en ese Dios, lo vieron, lo sirvieron, lo adoraron, lo descubrieron en la carne desnuda de los pobres de nuestra patria, ellos encontraron la razón última y fundamental de sus vidas, ellos hicieron vida el amor.


El amor cristiano no es sólo un simple sentimiento. El amor cristiano es la medida de nuestras obras con los demás, es el puente entre las ideas y las acciones, el amor cristiano es la clave para comprender a ese Dios que es amor (1JN 4, 16). Ese Dios amor se revela de una forma real- histórica en su hijo Jesús, y éste nos dice que el mandamiento por excelencia es: “el amor a Dios y a nuestros prójimos” esta la llave del corazón de Dios. Un amor que se hace vida no solo desde el mundo de las ideas, sino que llega a la radicalidad del mundo de la praxis, ahí donde se juega la vida misma. El amor cristiano es un amor comprometido con Dios y el Prójimo, si no amamos de esta manera no somos cristianos. Jesús amó a Dios, dignificando a los prójimos de su tiempo: a los más pobres y marginados. Tanto los amó que dio su vida como testimonio de fidelidad al Reinado de un Dios que quiere la igualdad entre sus hijos.


Y esto fue lo que hicieron Rutilio y Romero, amar a Dios y a los pobres por encima de todo, esto es lo que los hizo ser incomprendidos y odiados por unos; pero amados y admirados por otros, así como a Jesús. Ellos, fueron cristianos coherentes que con su vida testificaron a ese Dios que nos llama día a día a ser más humanos entre nosotros, a vernos como sus hijos, por lo tanto, a vernos a todos como hermanos.


Hoy después de tanto tiempo sus vidas siguen siendo referencia, sus cruces que les quitaron la vida, siguen crucificando a los pobres, sus espíritus nos siguen demostrando que Dios nos ama demasiado, que aun él cree en nosotros. Ellos comparten el Reino con Jesús, y esperan que este pueblo salvadoreño al que tanto amaron, llegue a ser un poco más cercano a Dios, ojalá que nosotros los cristianos no los olvidemos y sobre todo no apaguemos su espíritu ya que si lo hacemos, sencillamente estamos despreciando a Dios mismo.


Hoy queremos recordar no para odiar, no para juzgar, sino que recordamos porque aún hay tiempo para convertirnos, aun hay tiempo para el país, aun hay tiempo para salvarnos, aun hay tiempo para Dios. Esa es su mayor y más grande enseñanza, en todo seguir y amar a Dios y al Prójimo.

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