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miércoles, 14 de julio de 2010

Entre Caines y Abeles (Frank Castillo)

¡Ah la realidad de nuestro pulgarcito de América! ¿Qué dolor nos causa, qué espanto nos hace sentir, qué dura de vivir es nuestra realidad? Y ahora no sólo les basta con “jodernos” sino que necesitan matarnos para saciar su sed de poder, su sed de tener, en fin su falsa vida. Creo que todos los salvadoreños nos hemos quedado perplejos ante la satánica e inhumana actuación de unos jóvenes que asesinaron a muchos en el microbús de la ruta 47 en Mejicanos, aquel fatídico día 20 de junio. Ante este acto surgieron y siguen surgiendo posturas, del gobierno, de los partidos políticos, de las fuerzas de seguridad, de las Iglesias, de la sociedad civil, en fin, nadie ha sido ajeno ante lo ocurrido.

¿Qué tipo de seres humanos son estos capaces de segar la vida a gente inocente? ¿Qué hace el gobierno y la policía para frenar esta ola de violencia? ¿Acaso son las maras omnipotentes para actuar como ellas quieran? ¿Qué postura tomar como cristianos ante tan abominable hecho?En las siguientes líneas intentaré dar mi opinión sobre lo ocurrido y lo haremos tomando la figura bíblica de “Caín y Abel”, contrastaré dichas figuras con la realidad que nos movemos. Realidad de Caines y Abeles, realidad de vida y muerte, de odio y envidia, realidad de gratuidad y donación, en fin realidad de luz y tinieblas. Ojalá les parezca mi perspectiva.

“Yavé le dijo: ¿por qué te enojas y vas con la cabeza agachada? Si tú obras bien, tendrás la cabeza levantada. En cambio, si haces el mal, el pecado está agazapado a las puertas de tu casa” GN. 4, 6-7 ss.

En el lenguaje bíblico y concretamente en el relato de Cain y Abel encontraos prefigurados dos tipos antropológicos (teológicamente vistos) de ser seres humanos: están los Abeles, los que son hijos de Dios, los que optan por la vida, la dignidad, la pobreza, en fin los que son en realidad amantes de Dios sirviendo al prójimo. Pero también encontramos los Caines, los que optan por el pecado, la muerte, la violencia, el consumismo, la explotación y opresión de los pobres, en fin son los abortos de Dios, como decía el P. Rutilio Grande SJ a la oligarquía Salvadoreña.

Cuando hablamos de Abortos de Dios, nos referimos al hecho de que somos los seres humanos los que negamos nuestra imagen filiatoria con el Dios de la vida, porque no es Dios quien nos desecha, somos nosotros los que lo negamos. Y esto sucede a Diario en la realidad salvadoreña. Hay muchos que se han segado y apartado de Dios porque han optado por el mal, por la muerte, por el acaparamiento, por la riqueza; en fin, han optado por los “Ídolos Baales” de nuestro tiempo es decir Riqueza, Prestigio y Poder. Es tanta nuestra ceguera que miles de salvadoreños están viendo en el pecado la salida a su situación que es consecuencia de males milenarios. Ahora bien los que optan por este camino están tan cegados que no ven que al final sólo hay una dádiva para recibir: la muerte. “El salario del pecado es la muerte”. Muerte no prediseñada por Dios, sino muerte buscada y abrazada por el ser humano. No hay duda que estos asesinos del microbús de la ruta 47, están cegados por el pecado.

Pero ¿qué los lleva a auto-abortarse de la presencia de Dios? ¿Qué hay en la realidad salvadoreña que los empuja a adorar el pecado? Sin ganas de ser ideológico, pero la realidad así lo dice, el mal en El Salvador es la “Injusticia Social”; donde la pobreza, la falta de oportunidades, la desigualdad, la injusta distribución de la riqueza nos revelan que vivimos en una sociedad enferma de muerte. Sí amigos, la realidad Salvadoreña está enferma, y genera estos “virus” que tratan de vivir, segando y destruyendo la vida de otros. La sociedad salvadoreña está enferma y genera enfermedad, y aquí surge de nuevo, los gritos de libertad y de liberación que nos llevaron a una guerra fratricida, donde nadie gano y todos perdimos. Porque los males que la generaron siguen ahí y parece que están más fuertes.

En fin, el Pecado está agazapado en la realidad Salvadoreña y hemos sido cómplices los que conocemos la verdad y no luchamos por defender la vida como Dios quiere. Porque pienso, que esto no sólo es tema del Gobierno, de los Políticos, del Ejército y la Policía, este tema es interés de todos. Y la Iglesia con los cristianos (católicos y evangélicos) están en la obligación de hacer algo; porque si pensamos que orando tendremos respuesta de Dios, estamos pecando de cobardes, hipócritas y de blasfemos.

“Yave dijo a Caín: El (pecado) te acecha como fiera que te persigue, pero tú debes de dominarlo. Caín dijo después a su hermano: Vamos al campo. Y cuando estuvieron en el campo, Caín se lanzo contra Abel y lo mató “GN. 4, 7- 8.

Esta realidad empuja a miles de salvadoreños a optar por la muerte, así como Caín opta por matar a su hermano. Y en El Salvador, aun nos seguimos matando entre hermanos. Por esta sencilla razón: el pecado nos está dominando, el mal nos está ganado la guerra.

Y aquí quiero hacer un llamado a los seguidores de Jesús: “nosotros también podemos ser Caines, con nuestra pasividad pastoral y eclesial, si la Jerarquía de la Iglesia Católica y Evangélica pecan de alienados, espiritualistas y cobardes. Nosotros los laicos estamos en la obligación desde nuestro bautismo y amor por Jesús, a denunciar a ese pecado y de declararle la guerra abiertamente”.

Pero ¿cómo podemos hacerlo? Pues pienso que tenemos muchas herramientas para la guerra, tenemos grupos y pastorales específicas que pueden trabajar en serio por la Familia, por la Juventud; un ejemplo claro es la Oficina de Tutela Legal del Arzobispado que puede generar un anteproyecto de ley para que la Corte Suprema de Justicia haga bien y cristianamente su trabajo.

Pienso que si nos juntamos en un frete común, en objetivos comunes, los movimientos laicales, las pastorales, en fin todos los laicos (evangélicos y católicos) podemos crear un plan al estilo de los Profetas que llevan a Dios y denuncian el mal de la realidad. Yo me apunto desde ya para ayudar en el ámbito de la Pastoral Juvenil. Pienso que podemos y estamos en la obligación de crear espacios serios, responsables y humanizadores donde juntos rehabilitemos a los caines que quieran volver a Dios. Los que no lo deseen, ahí está el deber de las leyes civiles. “Hermanos dejemos de ser tan piadosos y seamos más cristianos”

“Yavé dijo a Caín, ¿Dónde está tu hermano Abel?... Entonces Yavé le dijo: ¿qué has hecho? habla la sangre de tu hermano y desde la tierra grita hasta mí” GN. 4, 9 – 10.

No quiero terminar amigos y hermanos sonando ni pesimista ni positivista, pero creo que estamos en un momento crítico para el futuro de nuestro país. Creo que vamos a tiempos y ya estamos en ellos, donde más que buscar el bienestar propio, debemos de buscar urgentemente el bienestar de todos, solo siendo solidarios entre nosotros saldremos adelante.

Hago un llamado a los Caines: “ustedes aun pueden volver a la vida, aun pueden redimirse, aun pueden dejar el pecado, arrepiéntanse, y vuelvan al Señor, todavía creo que Dios tiene misericordia para ustedes. Lo que si estoy seguro, es que las leyes civiles deben de juzgarlos”.

A los cristianos (Católicos y evangélicos) que en realidad quieren colaborar con Dios en la construcción del reino aquí en la tierra, cuidado con ser Caines, porque nos jactamos de ser Abeles “que entregamos ofrendas que agradan a Dios”, y muchas veces con nuestra pasividad, espiritualismo desencarnado, somos en realidad Caines. Recuerden que al final Dios siempre nos preguntara ¿Qué has hecho con tu hermano? Así que ánimo y a defender la vida en todos los sentidos, porque el hambre y la pobreza también son abortos sociales.

A los Abeles, ustedes que son y serán las víctimas, los que sufren en carne propia las consecuencias de esta sociedad empecatada, ustedes que son el “Divino traspasado de nuestros tiempos”, ustedes que son los Mártires de Dios. Honor, respeto, dignidad, justica y verdad. Ustedes son dignos de Dios, bienaventurados, que su sangre no caiga en vano.

Al final lo que pretendemos es que los Caines vuelvan al Señor, vuelvan a ver a los Abeles como lo que son: “hermanos”; para que así juntos volvamos a ser una única y real familia, que ve en el Reinado de Dios el horizonte a alcanzar.

Que el Dios de Jesús que es un Padre de amor nos acompañe e invite a sanar esta sociedad.

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