En el presente texto, me voy a dedicar a
reflexionar unos párrafos del libro “La Ética de Cristo”, concretamente el
capítulo 7: “se me conmueven las entrañas al ver a esta gente” de nuestro
querido Chema Castillo, teólogo brillante y sin censuras al hablar de temas
necesarios como “el buen vivir” y el “vivir bien”. Propongo mostrar atención al
tema del proyecto de vida, no sólo para ver el horizonte concreto que se nos
depara, sino, para intuir el cómo se puede “hacer camino al andar” de una forma
auténticamente humana. Dedico este sencillo texto a mis alumnos y alumnas de
primero de bachillerato del Externado de San José, de la tierra de Oscar
Romero, El Salvador.
Este ha sido
mi primer año como docente en
bachillerato. Confieso que entré a esta nueva etapa profesional con un poco de
miedo y preguntas, mas que otra cosa. Ha pasado el tiempo y, para mi sorpresa y
alegría, ya casi llegamos al necesario fin de trabajo anual. Actualmente estoy
trabajando el tema del “proyecto de vida” y he ido concretizando un par de
intuiciones que he venido “digiriendo internamente”. Me he atrevido ha
compartir lineamientos que direccionen hacia la construcción de un proyecto de
vida “real y concreto”. Voy a nombrar esas ideas, tomando en cuenta que no
están escritas en piedra:
1) Un proyecto de
vida real y objetivo, toma en cuenta dos realidades personales: la pasada y la
actual. Como personas, no solamente somos una actualidad de experiencias. Bien
diría J. P. Sartre: “el ser humano es lo que hace con lo que hicieron de el”.
El pasado deja un sinnúmero de aprendizajes significativos. Estos aprendizajes
nos regalan una forma de ver la vida, el mundo, a los demás, a mi mismo. Nos
configuran la sensibilidad, a tal punto que reacciono, como he vivido. Al final, puedo lograr
entender que soy una “historia de historias”.
2) Sabiendo que
soy un “camino hecho al andar”, y distinguiendo ese cúmulo de lastre y bonanza
históricos, debo de cuestionar el estilo de vida actual que llevo.
Para la cosmovisión “Jesuánica”, no sólo se trata de ver el daño que dejo de
hacer. Yendo a profundidad, es denotar y afincar “el bien que dejo de
practicar”: si soy insensible al dolor o me es indiferente y me vuelvo
escandaloso “del mal del otro, dejando a un lado el bien que puedo hacerle”.
Cuestionar, dudar e interpelarnos es avanzar hacia la “conciencia que despierta
del letargo de la comodidad”.
3) Como punto
final de este proceso de conocimiento personal necesario y urgente, nos
planteamos cómo podemos orientar un compromiso basado en cambios
personales y comunitarios. Estos compromisos deben basarse en la
realidad concreta que se está viviendo, no en ideales, utopías y sueños que
solamente contribuyen a la alienación estéril. Estos compromisos no solamente
se derivan en el bien de la sociedad, pues, ¿cómo dar lo que no se tiene? Es
urgente entender que para humanizar al mundo, hay que humanizarse uno primero
(o al menos, iniciar ese proceso).
Bien. Lo anterior fueron
un par de clases en donde brinde, desde mi experiencia, la lectura del
evangelio de Lucas y el libro la Ética de Cristo, intuiciones sobre cómo poder
formular, al menos teóricamente, un breve proyecto de vida. También tomé como
línea común de estudio el tema de la sensibilidad,
profundizando en la experiencia de Jesús de Nazaret. ¿por qué utilicé esta
singular palabra? Creo que los jóvenes de hoy están padeciendo de algo que se
ha vuelto normal: la insensibilidad a los demás, ó, en muchos de
los casos, se padece más de lo que se conoce como “sensacionalismo o sentimentalismo”.
Una de las muchas respuestas que he “digerido”, es que todo eso parte de un
contexto familiar y escolar, donde la tradición y normas vuelve al joven un
buen cumplidor de leyes, desembocando esto en una sociedad incapaz de ver al
otro como mi “próximo”. El problema, creo yo, no es la capacidad de no creer
que tiene la juventud, sino, el desarrollo amplio que posee la deshumanización,
a través de la insensibilidad. La experiencia con jóvenes me ha mostrado que es
un error nombrar “buenas o malas” a situaciones humanas corregibles. Es mejor
potenciar o motivar la sensibilidad hacia lo que vuelve mas humano. Así, creo
yo, se entenderá que la insensibilidad es una etapa humana a superar.
Para concluir
mi aporte sostengo firmemente que los seres humanos “somos totalmente
educables”. Si la insensibilidad se nos potenció, modeló y enseñó en una
buena parte de nuestra infancia y adolescencia, queda a nuestro libre albedrío
continuarlo ó desaprenderlo. Jesús, un judío puro de su tiempo, es un claro
caso de “desaprendizaje del deber que oprime (la ley mosaica) y
aprendizaje de la sensibilidad que humaniza (la ley del amor)”. Queda en
cada uno ser honesto y humano con la historia propia y la de los demás. Termino
con esta frase llena de sabiduría, escrita por Chema Castillo: “Dios está
donde se afirma el Otro”. Que la sensibilidad sea nuestra compañera de aquí
en adelante…
Gracias por la dedicatoria, Nahúm; también ha sido un placer tenerlo como maestro, ha sido provechoso el año pero ya hacen falta las vacaciones...
ResponderBorrarMe parece la idea de formar un proyecto de vida, dicen que la vida debémos llevarla ordenada para no ¨salirnos¨ del camino que debemos llevar. Lo que más me ha gustado del texto es que explica muy bien como nuestras actitudes pueden ser tan dañinas como las mismas que realizan ¨los malos¨ (para generalizar y si es que se les puede llamar así) al no poseer la voluntad de actuar con la capacidad que nos fue dada. No hay excusas. Un cambio no se puede hacer esperando a que otro lo haga, hay que hacerlo nosotros.
De nuevo, gracias.