Motor en la
evangelización Latinoamericana
Introducción: Una de las
notas esenciales que caracterizan a la Iglesia Católica y específicamente a la
Iglesia que camina en el continente Latinoamericano es la Evangelización.
Hablar de evangelización es hablar de la Buena Noticia que un día Jesús de
Nazaret predicó en la Palestina de hace dos mil años atrás. Al mismo tiempo,
evangelizar recuerda la última invitación y exigencia que el Resucitado les
hace a los Apóstoles: “Vayan, pues, y hagan que todos los pueblos sean mis
discípulos” (MT 28, 19) De lo anterior se puede afirmar que pregonar y anunciar
el Evangelio es exigencia para los seguidores y seguidoras de Jesucristo.
Pero también
hablar de evangelización es hablar de los y las evangelizadores, de aquellos
hombres y mujeres que, sintiéndose profundamente apasionados por el Reino de
Dios que predicó, vivió y por el cual murió Jesús de Nazaret, lo siguen
pregonando y anunciando a toda la humanidad. A lo largo de la historia de la
Iglesia Católica, evangelizar se ha vuelto tarea, exigencia y necesidad. Tanto
que así, evangelizando, se “descubre el continente americano”, pues evangelizar
fue el “motor y objetivo” de la colonización del continente.
En este
artículo deseo centrarme en el papel de las evangelizadoras, esas mujeres que
antes y después del Concilio Vaticano II han sido y siguen siendo, las
promotoras fundamentales del evangelio de Jesús de Nazaret y la edificación de
la Iglesia en estas tierras
latinoamericanas. Pretendo centrarme en las mujeres, ya que son ellas las
primeras evangelizadoras, las que introducen a los futuros cristianos en la
vivencia de la fe y la pertenecía a la Iglesia.
Existe un
porque fundamental de este artículo: las mujeres evangelizadoras
latinoamericanas, que son madres, esposas, trabajadoras y líderes de las
comunidades cristianas diseminadas por todo el continente surgen preguntas
fundamentales ¿de dónde sacan tanta fuerza para cumplir a cabalidad y con mucho
empeño semejantes roles? ¿qué las mueve y de dónde surge esta Dynamis
femenina?, fuerza que es capaz de parir vida y parir fe. Este
será el hilo fundamental que guiará este camino.
1. La mujer
como primera evangelizadora.
“La primera
vez que escuche hablar de Dios, Jesús y la Iglesia fue en boca de mi Madre” Esta frase es
muy común escucharla en todos los y las cristianos del continente
latinoamericano. Es casi una máxima del cristianismo continental, ya que es un
rol o papel que, según la cosmovisión patriarcal le pertenece a las mujeres.
Pero esta situación, que a primera vista es negativa, tiene mucho de positivo y
vital. Gracias a este empeño y rol se puede ahora de hablar de las Madres como
educadoras de la fe cristiana del continente.
Es más, se
puede afirmar que el fenómeno religioso goza de una fuerte incidencia femenina:
“muchas de las religiones tribales, de sociedades primitivas, o las religiones
politeístas, de un modo general, presentan una fuerte incidencia del elemento
femenino”.
A esto hay que añadir que las mujeres constituyen la mayoría cuantitativa de
las Iglesias.
En el caso
del catolicismo de El Salvador, un “50.4 % de la población se confiesa
católico”
y las mujeres son más de la mitad y las madres de la otra mitad de ese
porcentaje. “Las mujeres constituyen la gran mayoría de los cristianos
comprometidos en América Latina y han sido, de hecho, agentes primordiales en
la edificación de las iglesias locales”
Se puede decir que el papel evangelizador de las mujeres latinoamericanas ha
sido importante y destacado.
Pero, ¿porqué
se dice que las mujeres son las primeras educadoras de la fe? Volviendo a la
frase con que se inicia este apartado, se puede casi que afirmar que son las
mujeres las que ejercen el papel de primeras catequistas, “las madres han hecho
concreto el mensaje cristiano para sus hijos desde horizontes simbólicos y
éticos comprensibles”.
Ellas
enseñan, viven y acompañan los primeros
pasos en la fe de los futuros cristianos. Es más, son ellas las que se ponen en
marcha para iniciar en los sacramentos de iniciación cristiana a sus hijos. En
su mayoría de veces, son las mujeres las que solicitan el Bautismo, la primera
Comunión y la Confirmación para sus hijos. Ellas acompañan el proceso, de una
forma activa y comprometida.
Las mujeres y
madres, sobre todo, viven y practican muchos de los valores que la fe cristiana
predica. La justicia, el amor, la compasión son algunas de las características
que viven y practican las mujeres cristianas latinoamericanas. Esta praxis de
fe y compasión se ve acompañada en muchas ocasiones, por una vivencia de la
oración, de la participación en las liturgias y las celebraciones religiosas de
los pueblos latinoamericanos. Se puede decir que si la familia es la “Iglesia
Doméstica”,
la madre y mujer del hogar, definitivamente es la Ministra de dicha Iglesia.
Pero este
papel de evangelizadora no sólo se remite al ámbito privado de la familia, las
mujeres también tienen una rica tradición evangelizadora en la Iglesia local.
“Tanto en el pasado colonial como en el presente, en las parroquias, misiones y
comunidades de base, ha prevalecido el trabajo pastoral de la mujer”.
Tanto así que debido a la escasez de ministros ordenados, las mujeres se han
vuelto el centro y referencia de la experiencia religiosa de las Iglesias
locales. Si el cura no llega a celebrar la misa, por lo menos las mujeres
asumen el papel de rezar el rosario, hacer oraciones, visiteos de enfermos,
celebrar la palabra, etc. “Las mujeres han trabajado mucho también como
catequistas, animadoras de la fe, ambientadoras de espacios de culto”.
Se pude decir que las mujeres han logrado mantener en la fe a la mayoría de los
cristianos católicos del continente, que sufren no por la escases de ministros,
sino las consecuencias de una estructura jerárquica avejentada que no responde
a estos tiempos.
Pero, ahí
donde aparece la crisis de la iglesia jerárquica, las mujeres y su rol
evangelizador, han logrado mantener y hasta proyectar una Iglesia más
comunitaria, comprometida, sensible, maternal, en fin, una Iglesia más
evangélica. ¿De dónde sacan esta fuerza las mujeres? Sabiendo que la institución
jerárquica las menosprecia y la sociedad patriarcal las sigue manteniendo en la
opresión-marginación.
2. Dynamis de
la mujer en la tarea evangelizadora de la Iglesia Latinoamericana.
El papel de
educadoras de la fe en la Iglesia Doméstica y de evangelizadoras en la Iglesia
Local que desempeñan las mujeres de todo el continente es vital e importante
para hablar y tener un continente eminentemente Cristiano. Pero, este rol es
acompañando, como ya mencionamos anteriormente, con otras actividades igual de
demandantes y desgastantes. Las mujeres trabajan, estudian, hacen el trabajo de
la casa, pertenecen a los movimientos sociales, hay compromiso en muchas de
ellas en forjar una sociedad nueva, etc. Pero, ¿cómo pueden hacer tanto? ¿De
dónde sacan tanta fuerza? En este apartado se intentará responder a estas
preguntas, se hará explicando la concepción bíblica que se da a la palabra
“Dynamis”.
En la Biblia
se habla de la fuerza de Dios, e Israel parece sentirse muy identificado con
ella. Pero la “Dynamis o fuerza” en el mundo Judío representa: “al mismo tiempo
que anuncia la caída final de los violentos y la promoción de los pequeños”.
Dicha paradoja se observa hasta en la cruz de Jesús, donde aparece la debilidad
de Dios, como proclamación de que Dios es más fuerte que el hombre.
En toda la
Biblia aparecen muchas ideas sobre la Dynamis o fuerza divina que se pueden
caracterizar en tres modos o formas de interpretar. La primera de estas es entender
la fuerza de los elegidos de Dios: “el israelita sueña con la fuerza
porque sueña con imponerse en forma duradera al mundo que le rodea”. Aquí se puede recordar el ejemplo de “David y Goliat” (1 Sa
17, 45). Puesto que se trata de imponerse al exterior al enemigo, ser fuerte
significa, en realidad, en esta característica, “ser más fuerte que”.
La segunda idea es entender la fuerza al servicio de Dios, “si
Israel sueña con la fuerza, lo hace con miras a realizar el plan de Dios”
y recordar a la alianza y la promesa de la tierra es fundamental en esta
interpretación. Así se comprenderá la “conquista que hace Josué de la tierra de
Canaán” (Jos 1, 6). La tercera idea es entender la fuerza en la debilidad: “el hombre no posee en sí mismo la fuerza
que pueda proporcionarle la salvación”,
ya que, “no es la muchedumbre de los ejércitos la que salva al rey” (Sal 33,
16s). En esta confesión es importante subrayar que la fuerza que viene de Dios
es para quien está a su servicio. “Si hace al hombre fuerte es para que cumpla
su voluntad y realice su designio” (Sal 41, 10; 2Cor 13, 8). En esta última
interpretación que los judíos hacen de la fuerza, emerge la figura del “siervo
sufriente” (Isa. 53, 3). “Halla su gloria en la exaltación de su siervo que,
desechado por la sociedad, se niega a defenderse por sus propias fuerzas y solo
espera la salvación de Dios”.
En la muerte y resurrección de Jesús podemos encontrar un vivo ejemplo de esta
fuerza en la debilidad, ya que, esta experiencia manifiesta la potencia de Dios
que nace en la debilidad.
Recapitulando:
para el mundo bíblico, la Dynamis es comprendida como fuerza de los elegidos de
Dios, fuerza que está al servicio de Dios y fuerza que se manifiesta en la
debilidad. Ideas que retoma Pablo de Tarso e intenta otorgarle al Evangelio la
connotación de Dynamis divino: “Como ven, no me avergüenzo del Evangelio.
Es una Fuerza de Dios y Salvación para los que creen” (Rm 1, 16). Para
Pablo, “la Dynamis pertenece al ser de Dios y, a diferencia de la visión
helenista en la que las divinidades y los héroes demuestran su fuerza divina en
determinados actos prodigiosos, según la fe judía y veterotestamentaria, la
Dynamis de Yahvé se demuestra en sus acciones salvífico-históricas”.
La fuerza de Dios no se manifiesta en lo sobrenatural, sino en lo histórico.
Ahí donde la vida se ve amenazada emerge la fuerza de Dios, como defensora de
la vida. Es más, en toda la obra Paulina se entiende el evangelio como Dynamis
que se manifiesta en la debilidad, es decir, “proclamar al Crucificado como
fuerza y sabiduría de Dios”.
Es reconocer en la debilidad y en lo débil, la presencia real y portentosa
de Dios. Esta interpretación será
locura y escándalo para los sabios y poderosos.
Podemos
concluir esta interpretación de la Dynamis viendo en el “evangelio de Dios es,
en cuanto a contenido, el mensaje en el que se desvela el acontecimiento de la justicia
de Dios como justicia de la fe. Cristología y soteriología son una sola
cosa: la Dynamis del Resucitado”.
La fuerza, en último término, es la infinita fuerza del amor de Dios que se
vuelve a los injustos y los salva.
3. Partera de
vida – Partera de Fe.
Después de
haber hecho una pequeña interpretación exegética de la palabra Dynamis en el
mundo bíblico, es importante para este trabajo, aplicar dicha categorización en
las mujeres evangelizadoras del continente latinoamericano.
Si una de las
intuiciones fundamentales de la “Teología Feminista Latinoamericana”
fue, en sus inicios, la “feminización de los conceptos teológicos”
donde se pretende feminizar los
conceptos teológicos que permanecían con un matiz eminentemente patriarcal, lo
que se hará es, a la luz de esta nueva óptica, ver la Dynamis femenina, ya que,
son las mujeres las madres de la fe latinoamericana.
La Dynamis
femenina como fuerza vital. Las mujeres cristianas latinoamericanas
siempre se han destacado en todos los ámbitos en que se desenvuelven (privado y
público), con una fuerza de vida increíbles. Ellas, muchas veces, hacen de
padre y madre al ser abandonadas por sus irresponsables maridos, ellas desempeñan,
con gran mérito, los escasos cargos o servicios públicos a los que tienen
acceso. Su vitalidad se observa al ser no sólo competentes en lo intelectual y
académico, sino también en lo manual y físico. No hay duda que su fuerza motriz
es mucho más energética que la de sus pares masculinos.
Esta fuerza
vital también se observa en su capacidad de engendrar, cuidar y desarrollar la
vida de sus hijos, ellas son los pilares donde se fundamenta la familia. Sin
ellas el hogar no es igual, y tanto los hijos e hijas, descubren en su ternura
y carácter una Dynamis partera de vida y de fe, ya que son las primeras en
vincularse con los nuevos seres humanos, en el embarazo, y son ellas las
primeras en propiciar los espacios para la educación y modelaje de la fe.
La Dynamis
femenina como fuerza corporal. Si ellas con capaces de engendrar,
desarrollar, educar y amar a sus hijos, no hay duda que su capacidad física es
superior a la de los hombres. Ellas muchas veces les toca trabajar hasta altas
horas de la noche por sus hijas e hijos. Aún enfermas asumen sus compromisos en
defensa de sus seres amados. Muchas de ellas trabajan para ganar el sustento y
llegan cansadas a sus hogares y ahí también tienen mucho que hacer. Si tienen
compromisos en la comunidad eclesial o parroquia, ellas tienen que levantarse
temprano para dejar la casa “en orden y con alimento”, lo hacen para ser luz en
la casa y luz en la calle. Ellas asumen su compromiso eclesial al doble de los
hombres. Si esta capacidad y fuerza
corporal, no es capaz de parir vida y fe, ¿Qué lo será?
La Dynamis
femenina como fuerza servicial. Al ser mujeres, madres,
esposas, evangelizadoras, etc., las mujeres latinoamericanas representan una
fuerza social sin precedentes. Ellas son portadoras de una nueva forma de organización
social: la vida como servicio. Recordando a Jesús de Nazaret y su idea de
servicio, no se encuentra mejor ejemplo que las mujeres. Ellas sirven a sus
hijos, esposos, la familia, la iglesia y sociedad (no solamente por sumisión).
Su fuerza en el servicio desinteresado, es forjador de nuevos paradigmas, de
nuevos enfoques en el servicio a los demás. Su fuerza en el servicio es partera
de vida y de fe, ya que están haciendo vida el “ideal evangélico del servicio”.
(MT 20, 28)
La Dynamis
femenina como fuerza Espiritual. Si hay algo que a la
mujer latinoamericana caracteriza es su ser orantes, místicas y espirituales.
Ellas buscan momentos concretos para entablar sus diálogos con Dios. Se
levantan por la madrugada (ya que a veces es el único momento que tienen)
buscan espacios entre actividades para la lectura de la Palabra de Dios o de
libros de espiritualidad, buscan
espacios para preparar las reuniones de la comunidad de base, la catequesis, o
incluso cuando compran en el mercado, siempre piensan en la manera de como comprar
más barato para ayudar a que la venta del fin de semana sea productiva, y que
servirá para que a la Iglesia le sea más provechosa, económicamente hablando.
Solamente es capaz de llevar semejante carga, alguien que está en íntima
relación con el Dios de Jesús. La espiritualidad de las mujeres
latinoamericanas es una espiritualidad inmersa en la vida cotidiana no está
separada de la realidad. Si ellas no son místicas, ¿Quién podrá serlo? Su
espiritualidad solamente es capaz de generar vida y fe.
La Dynamis
femenina como fuerza en la debilidad. Aunque suene a
paradoja, la mayor fuerza de las mujeres latinoamericanas se da en la
debilidad. Pero aquí se entenderá esta debilidad como el amor. Es el amor lo
que hace que las mujeres latinoamericanas sean capaces que en medio de tanta
opresión, injusticia, discriminación y patriarcalismos, apuesten por la vida. Su debilidad se vuelve
su fuerza-amor por la vida. Como querer vivir una vida así, pues solo viéndola
en clave de liberación. Ellas, las mujeres cristianas latinoamericanas, en
diferencia de sus pares feministas del primer mundo, ven en el amor la clave de
trasformación de esta sociedad tan arcaicamente patriarcal. Saben que sólo el
“amor es digno de Fe”.
Su ternura, su pasión por sus hijos, su lealtad al esposo o compañero de vida,
solamente tienen sentido si hay amor. ¿De qué sirven luchas reivindicativas
(justas), pero que sólo pretenden el empoderamiento de la mujer en detrimento
de los hombres? Eso es opresión. Y ellas no desean transformarse en sus
antagónicos, ellas pretenden una verdadera revolución, una autentica
reivindicación, una sociedad en igualdad. Solamente alguien capaz de amar será
capaz de parir una vida y una fe capaz de semejante utopía.
Concluyendo
con este aparatado, podemos afirmar que las mujeres cristianas
latinoamericanas, ejemplifican y viven e ideal de la Dynamis bíblica. Ellas se
sienten portadoras de la fuerza de las elegidas de Dios, como María en el
magnificat (LC 1, 46 – 55), ellas, al defender la vida y la dignidad de sus
hijos y sus familias, se trasforman en las nuevas caudillas de la voluntad de
Dios. Si una característica de la Dynamis es el servicio a Dios, son las
mujeres las mayores promotoras de la fe y de la justicia en este continente.
Ellas han hecho de lo político y de lo religioso una sola trinchera, sabiendo
que la sociedad nueva nacerá en la medida que la fe sea promotora de Justicia.
Y sobre todo, si la Dynamis de Dios se manifiesta en la debilidad, son las
mujeres las mejores representantes de la debilidad de Dios. “Dios es amor” (1Jn
4, 16) y el amor es una nota constitutiva de
la feminidad,
su ternura, su pasión y su calor de madres, esposas, activistas, profesionales,
mártires, etc., ahí nacerá la sociedad sin divisiones, económicas, culturales,
religiosas, etc. En fin solo en el amor comprometido con la Justicia, será
capaz de germinar el Reinado de Dios.
Conclusión: Si algo
podemos concluir, con este sencillo artículo, es que la fe cristiana del
continente latinoamericano tiene como sujeto evangelizador a las mujeres. Son
ellas las que han logrado hacer vida el llamado de Jesús de “ir por todo el
mundo y proclamar el evangelio”. Ellas representan a más de la mitad de las y
los católicos del mundo y como dice Leonardo Boff: “son más de la mitad y son
madres de la otra mitad”. Definitivamente la Iglesia Latinoamericana tiene una
deuda con estas grandes mujeres. Podemos decir que la fe cristiana de nuestro
continente es una fe matriarcal.
Pero, en este
empeño por reconocer este papel de las mujeres en la evangelización del
continente, descubrimos que su capacidad de servicio y de evangelización nace
de la Dynamis que el Dios, Padre y Madre de nuestro Señor Jesucristo, ha depositado en todo el género humano, pero
que, gracias a su apertura al espíritu de Yahvé, ellas se ven inundadas por esa
pasión por la vida que muchas veces los hombres ignoran.
La Dynamis
evangelizadora en las mujeres latinoamericanas tiene dos connotaciones
fundamentales: es “Partera de Vida”, generadora de vida no solo
biológica, sino también de vida digna, de vida en justicia, en fraternidad, en
amor. Su fuerza trasborda los límites del bien personal y llegan a buscar el
bien del otro, el bien mayor. También, la Dynamis femenina es “Partera de
Fe”, son las primeras educadoras en la fe cristiana, en ellas se observa
más coherencia en la vida y en la práctica de los valores cristianos. Y sobre todo,
ellas viven el amor desinteresado por los suyos y su comunidad. Esta capacidad de amar las lleva de ser
débiles a fuertes, de ser sensibles a sensibilizar, de implantar dulzura,
sencillez, alegría y vitalidad. Se puede decir que en ellas el amor de Dios es
más efectivo y evidente.
Para concluir
estas ideas, sobre las mujeres como parteras de vida y de fe, las podemos
resumir en una sola idea. La Dynamis evangelizadora de las mujeres
latinoamericanas es “PARTERA DE HUMANIDAD” su fuerza en la debilidad es la forjadora de
nueva humanidad, esa que tanto soñó Jesús de Nazaret, José Comblin, Hélder
Camara, Ita Ford, Óscar Romero, etc. Esa humanidad nueva que en este continente
está marcado por la sangre de nuestras y nuestros Mártires.
Humanidad que no tendrá
dolor ni llanto, porque el mal habrá sido derrotado. ¿Cómo se logra esto?,
pues, viviendo el amor, creyéndole a Jesús que el amor es la clave fundamental
para la reconciliación de la humanidad. Claro está de sobra decir que no es un
amor ahistórico y sin implicaciones políticas, económicas, sociales y
culturales. Pero si en realidad, la Dynamis que da el evangelio se manifiesta
en la total negación de la vida (Cruz de Jesús), y en la total reconciliación
de Dios con la Humanidad (Resurrección de Cristo), ahí están las primeras y
mayores testigas de la esperanza cristiana, las Mujeres, que con su Dynamis-
agápico, están listas y dispuestas a la voluntad del Señor.