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martes, 5 de mayo de 2015

Opción por los Jóvenes (Nahúm Ulín)

Una mirada desde las cinco conferencias del episcopado latinoamericano (Río de Janeiro – 1955, Medellín – 1968, Puebla - 1979, Santo Domingo – 1992 y Aparecida – 2007)

Introducción


El tema sobre juventud es apasionante y prometedor: es hablar de futuro, renovación, nuevas posibilidades hacia lo mejor. Es visualizar la esperanza en carne joven, es la primigenia necesidad de ser rebeldes ante situaciones que motivan a envejecer, a no movilizarse, a practicar el estatismo que nos lleva a la indiferencia. Por otro lado, y más en la actualidad, juventud hace referencia a crisis, desorden, vida sin rumbo, caos, más aún cuando existen un sin número de factores culturales, económicos y religiosos que hacen de este tema, algo tenso y difícil de tratar.

Bien se dice que el futuro del mundo está en los jóvenes de hoy y, también y con mayor relevancia, considero que el futuro de la Iglesia está en ellos y ellas. Una estructura eclesial avejentada – como se presenta la Iglesia Cristiana Católica hoy, en muchos de los casos por su lenguaje y tradiciones – necesita rejuvenecer, siempre en parámetros de nueva humanidad, claro está. Es por ello,  que la intención del escrito es dar un vistazo transparente de cómo la Iglesia ha ido optando por la juventud y desde esa opción, reflexionar qué tipo de Iglesia se nos impera vivenciar hoy.

Los Jóvenes y la iglesia Latinoamericana 

Conocer sobre los jóvenes no es fácil[1]. En Latinoamérica, actualmente la juventud es un sector en riesgo por realidades como la violencia, la falta de educación, las drogas, las pandillas juveniles, la migración, el desempleo, el desencanto político, las agrupaciones ilícitas, en fin, todo aquel espacio que pone en peligro y crisis el pleno desarrollo y dignidad de ellos y ellas. La realidad da señales de cómo los jóvenes viven tiempos cada vez más difíciles, llenos de desesperanza histórica.

Por otro lado, hablar de los jóvenes es hablar de rejuvenecer, de nueva vida, de nuevas posibilidades, de nuevas esperanzas. La Iglesia, ante esta realidad duélica, ha hecho una opción por la vida de los jóvenes, según se ve manifestado en Río de Janeiro, Medellín, Puebla, Santo Domingo y Aparecida, Conferencias del Episcopado Latinoamericano.

Aunque en el Concilio Vaticano II (1965 – 1968) se hace referencia a la vida de los jóvenes en la Iglesia, la toma de conciencia de este tema en el continente latinoamericano inicia en Medellín – Colombia (1968), segunda Conferencia del Episcopado Latinoamericano[2]. Una de las intuiciones más novedosas del porqué esta opción por los jóvenes, según el CELAM[3], es porque son motivos de fuerza y presión para movilizar cambios, por lo numerosos que son en el continente[4], 

la juventud se presenta como un nuevo cuerpo social portador de sus propias ideas y valores, que vive a la vez una época de crisis y cambios que son causa de conflictos, lo que exige un sincero esfuerzo de comprensión y diálogo[5].

Ante la imperante realidad juvenil en la actualidad, Medellín propone lo siguiente,

Que la Iglesia adopte una actitud francamente acogedora hacia la juventud, esto le ayudará a comprender sus valores y auscultar sus actitudes... Sabiendo lo que representa para los jóvenes el valor de la autenticidad debe ayudarles a profundizar en ella, y a que se hagan una autocrítica de sus propias deficiencias[6].

La conferencia en Medellín – Colombia,

parte de un contexto donde las opresiones militares estaban gestando un continente falto de dignidad y derechos. Las guerras y violencias armadas estaban dejando el lastre de una juventud sin oportunidades, sin posibilidades, sin esperanza.

Medellín, como intuición importante, propone acompañar a los jóvenes para que ellos y ellas sean los protagonistas de su historia, comprometiéndose así con la historia latinoamericana. Sin lugar a dudas se puede asegurar que Medellín hace una opción por los jóvenes muy vital. No sólo les ve como objeto de educación, sino, sujetos de aprendizajes capaces de estimular libertades y responsabilidades necesarias.

La conferencia en Puebla – México, 

tercera del episcopado latinoamericano, retoma el rol protagónico de los jóvenes en la sociedad. Menciona a los jóvenes como “auténtica fuerza renovadora[7]”, capaz de comprometerse con su historia. Esta reunión, como parte vital de su reflexión, analiza el cómo el consumismo y la relatividad causan efectos nocivos para la vida de la Iglesia, siendo los jóvenes el grupo más amenazado por esta realidad.

Puebla, además de reconocer fuerza y compromiso en los jóvenes, logra percibir que los insumos críticos del pensamiento y el quehacer creativo pueden posibilitar inicios de cambios sobre las estructuras predominantes, especialmente la económica, intentando apostar para humanizar más las relaciones con los y las demás. Los jóvenes son referidos como actores vitales del cambio de estructuras, a partir de sus capacidades y dones. Además,  estas dos conferencias[8] logran visualizar a los jóvenes como claves actores políticos, protagonistas de la historia de sus países, pues, el compromiso cristiano se entiende desde las coordenadas de opción por los pobres, la fe se ve referida a estar con la gente, especialmente los marginados y excluidos. Esta conferencia es conocida por el "espaldarazo" que da a la bien nombrada Teología de la Liberación.

En el caso de Santo Domingo,

cuarta conferencia del episcopado latinoamericano, se retoma el protagonismo juvenil, mencionando el fortalecimiento de una pastoral juvenil organizada (orgánica[9]) Se apuesta por el seguimiento y acompañamiento de los jóvenes para potenciar el sentido de la vida, la dignificación del entorno y la humanización de las estructuras. Se puede intuir que el tema de los jóvenes, más que vincularlos a la vida en sociedad y la política, lo hace más para prepararlos a la dinámica eclesial, prepararlos para ser evangelizadores.

Para el caso de la última conferencia, en Aparecida, 

el tema de los jóvenes se vuelve a retomar ahora con el matiz del discípulo y misionero[10]: aquel creyente dispuesto a llevar el mensaje de Jesús a cualquier rincón latinoamericano.  Esta conferencia  aparece como una continuación de la anterior, ya que, ven en el joven potencial buenas noticias, eclesialmente hablando, más que de incidencia política.

Al paso del tiempo, la Iglesia ha ido tomando conciencia del rol de los jóvenes en la sociedad, en la política, en la educación, en la economía, en la Iglesia misma. Medellín y Puebla, por el contexto en el que se movilizaron, muestran el protagonismo del joven no sólo como receptor de la buena nueva, sino, también como posibilidad de cambios en las estructuras, especialmente las marcadas por el anti – reino[11].

Concluyendo

Los jóvenes son vistos no como agentes pasivos que reciben un mensaje, más bien son resaltados como factores imprescindibles para un utópico cambio. Es importante mencionar que en la primera conferencia, acaecida en Brasil – Río de Janeiro, fue lo contrario a la segunda y tercera reunión, pues, los jóvenes fueron tomados en cuenta, pero, solo para acrecentar las filas vocacionales.

En el caso de la conferencia de Santo Domingo, los jóvenes son sujetos de reflexión más eclesial que social. Son sujetos de evangelización (recordando que esta reunión tuvo como centralidad temática los 500 años de evangelización del continente), más que de incidencia política y social.

En el caso de Aparecida – Brasil, se retoma nuevamente la opción por los jóvenes, retomando su realidad y posibilitando un protagonismo concreto, a través de la llamada misionera: ser discípulos para una mejor convivencia con el entorno. Podríamos decir que de alguna manera se regresa a lo planteado por Medellín y Puebla: los jóvenes no son simples receptores de la fe, también tienen el deber de ejecutarla.

Para concluir, la Iglesia ha hecho opción por los jóvenes, pero, obviamente con intencionalidad y respondiendo al tiempo histórico de cada conferencia. Por las convulsiones sociales, Medellín y Puebla son las reuniones más enigmáticas pues estas responden al contexto de injusticia latinoamericano, intentan ser coherentes con lo que se vive.

De alguna manera, Santo Domingo da un giro simbólico al pretender silenciar los aportes de las dos conferencias pasadas. Aparecida intenta vislumbrar y dar continuidad a lo trabajado anteriormente, poniendo el énfasis en la praxis misionera de la Iglesia, motivando a los discípulos del Reino a trabajar con coherencia y sensatez.

Bibliografía:







Referencias en el documento 



[2] http://www.mercaba.org/Pastoral/C/celam_documentos.htm.

[3] Consejo Episcopal Latinoamericano.

[4] http://www.mercaba.org/Pastoral/C/celam_documentos.htm.

[5] http://www.mercaba.org/Pastoral/C/celam_documentos.htm.

[6] Ibid.

[7] Ibid.

[8] No menciono a la primera conferencia de episcopado, en Río de Janeiro – Brasil, pues, el tema e importancia de los y las jóvenes sólo se toma en vista a aumentar las vocaciones religiosas, por la creciente disminución de adeptos al cristianismo católico y el alza del rostro evangélico en Latinoamérica.

[9] http://www.mercaba.org/Pastoral/C/celam_documentos.htm.

[10] http://www.pjlatinoamericana.org/documents/magisterio_latinoamericano/La_opcion_por_los_jovenes_en_Aparecida.pdf

[11] Todo aquello que va en contra de los valores del reino de Dios: la justicia, la verdad, el amor, la paz, etc.

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