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jueves, 24 de diciembre de 2015

Y la palabra se hizo carne


“Y la palabra se hizo carne”

El Misterio insondable se hace historia,
se somete a las coordenadas de la temporalidad, la espacialidad y la finitud.

El Misterio insondable se rev(b)ela,
con un pueblo, una raza y un individuo.

El Misterio deja de estar en los cielos,
y toma como nueva morada la historia, tan llena de convulsiones como lo es la historia humana.

El Misterio deja de ser innombrable,
y se nombra como el común de los mortales, es más, se asemeja a ellos.

El Misterio, recreándose en un niño,
convida al ser humano a culminar, junto a él, su creación.

El Misterio, siendo topía de vida abundante,
pide a los seres humanos que construyan, juntos, en libertad, ese horizonte humanizador.

El Misterio deja de ser todo poderoso,
y se encarna en la fragilidad de un niño, que necesita de los demás para ser.

El Misterio deja de ser Misterio,
y cobra rostro, historia, cultura, carne, esperanza, sueños, utopías, y también dolor, desesperanza, miedos, incertidumbre, necesidad. En fin, el Misterio deja de ser Misterio para convertirse en PALABRA HECHA CARNE. Se hizo como nosotros, para que nosotros nos hiciéramos más humanos, nos pareciésemos a él.

Y así, en la familia de Nazaret, Dios se hizo carne, y nos invitó al sueño mayor: “construir un mundo, una historia, donde la vida sea posibilidad para todos, donde el pan llegue a todas las mesas, donde la dignidad de cada ser humano y de todo ser vivo, sea forma de existir. En fin, Dios se hizo como nosotros, para soñar, junto a nosotros, una nueva humanidad”.

Feliz Navidad para todas y todos.

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